Siempre nos acompaña una cerveza. Probablemente sea la causante de tanta confusión.
No se explica. No lo explico. Se va, se aleja eternamente y eternamente
vuelve. No quiero a veces que se vaya, pero es necesario soltarlo, es
necesario que crezca, se conozca, se aclare el cielo antes de volver. Es
necesario que se vaya para sentir el alivio al volver y que vuelva a
ser lo que es.
Pero llega y vuelve a perderse. Es un proceso. Es su proceso. Y yo estoy
en él. Y me acompaña su mirada, la que siempre sé que debo decir que
no, pero caigo. Un par de veces busco motivos para caer.
¿Amor? ¡Qué va! ¿Qué es eso? Entre nosotros hay complicidad,
entendimiento, ganas. Por más que se esconda, por más que se evite, por
más que sepamos que no es correcto.
No puedo evitar escribir sobre esto, no puedo.
No eres lo que más quiero, no eres mi amor, no tengo historia que valga
la pena contar como la historia de mi vida. Pero hay algo.
Incontrolable. Acogedor. Terrorífico.
Hay algo que aún me mantiene pensando en ¿será? Pero no es. Pero en ciertos momentos es mucho más.