21.3.17

... pero es el aniversario de mi viaje a NY

- ¿Sola?
- Sí... sola. Quiero empezar a hacer mis sueños realidad. 

Así comenzó la noticia...

¡Qué bombazo debió ser para mis padres!

Pero esa soy. La impulsiva... y el año pasado, tomé la mejor decisión de mi vida: perseguir el sueño de viajar en tren desde Miami a New York, y conocer esa majestuosa ciudad.

Mi bolso de mano casi vacío, mi corazón roto enfrentándose a perder al hombre con el que se suponía que me casaría y la mente en blanco, sin saber qué iba a pasar o con qué miedos me iba a enfrentar. Me fui vacía... totalmente vacía, para traer de vuelta todo lo bueno que me iba a encontrar.

Así que hace un año me trepé al avión sola (enfrentando mi miedo a esa magia que ocurre entre aire y el avión) y emprendí el viaje que cambió mi vida.

Miami era un juego para mí. Me lo conocía (los alrededores del lugar donde me quedaba) como la palma de mano. Buses iban y venían, fui al Publix y a comer en The Cheesecake Factory. 

- "And how many are you going to be this evening?"
- "Just me... thank you."

Caras de susto. Nadie come solo. A nadie le puede gustar comer solo... A MÍ SÍ. No es que tampoco sea lo más placentero... pero es rico conocerte mientras comes contigo misma, disfrutar de cada bocado, pedir para llevar, tratar de comerte 3 platos cuando tienes el estómago de una hormiga. Lo disfruto y mucho.

Regresé a casa, dormí y a la noche salí por una carnecita argentina a un lugar que se llama Puerto Madero, con música en vivo. Y sí, en mesa para uno.


Debía volver a casa porque era tarde... pero toda la magia con la que había llenado este viaje, debía durar el mayor tiempo posible... así que me dediqué a ver la luna llena mientras caminaba (o rodaba en mi silla) 10 cuadras hasta la casa.

Y bueno, para los que no conocen la historia, no puedo caminar... así que el reto era mayor aún. Iba con una silla de ruedas eléctrica, sin nadie que me ayude. Solo yo y mi sentido común.

Al día siguiente, me fui a comprar ropa para frío... se suponía que NY iba a estar con un clima templado, pero por cosas de la vida, habían corrientes de aire heladas, así que me tocó improvisar con suéteres de segunda mano. El problema es que mientras buscaba, la batería de mi silla iba muriendo y debía llegar a casa... pero no había comido. Quise cruzar a uno de mis restaurantes favoritos, pero me tocó dedicir: arriesgarme en la noche a quedarme sin silla en la mitad de la calle o volver a casa. Volví a casa y preparé todo para salir por la mañana a tomar un tren.

Esa mañana siguiente todo era felicidad. Noé, el peruano que tiene el taxi especial para sillas, me contaba historias terroríficas que pasaban en las paradas de trenes en las mañanas y yo solo rezaba para que nada me pase. Pero él se reía y me decía "va a ver que todo le saldrá muy bien". Al llegar a la parada le dije que lo llamaría al volver pero si por si acaso no lo encontraba, me despedí de él con un abrazo muy grande (es la tercera vez que lo llamaba, porque el año anterior ya había utilizado sus servicios). Noé es genial. 

Entré a la estación de trenes y solo encontraba caras amigables... sonrisas, permisos, gente que al verme brillar (porque seguro estaba brillando con tanta felicidad), brillaba conmigo. Los asistentes de Amtrak se portaron tan gentiles y se entusiasmaban cuando les contaba sobre el viaje que haría... 26 horas en tren para conocer la ciudad que nunca duerme. 

Me acomodaron en un asiento especial, donde podía llevar mi maleta de mano, mis libros y mi silla junto a mí. En las silla contiguas sentaron a un señor que iba en otra silla de ruedas, con movilidad nula. Nos sonreímos. Y empezó el viaje.

El sonido de las rieles del tren eran tal como las imaginaba... los baches que sientes en el sube y baja, la velocidad, la tranquilidad... todo era como lo había imaginado. Éramos un libro y yo conversando en mi interior y este me decía "tu vida cambia ahora". En cada parada iba viendo las casitas rústicas, personas que iban y venían de todas las clases sociales, colores, religiones. Todos íbamos juntos en un viaje, cambiando de lugar hacia cualquier destino. 

Luego de las 5 horas aproximadas de viaje, ya empezamos a hacernos amigos. Jacob, el hombre afroamericano de la silla de ruedas, contó sobre su historia. Era un tipo que amaba conducir velozmente y que tuvo un accidente donde salió disparado por el parabrisas. Los doctores no le habían dado esperanza de que pueda volver a mover ninguna parte de su cuerpo, pero con el tiempo había hecho miles de terapias que ahora le permitían usar sus brazos y mover su columna. Sus piernas no le servían de mucho... pero estaba agradecido por estar en ese preciso momento, trepado en un tren que le permitiría ver a su hija que cumplía años. "Thank God" repetía incansablemente. Hasta que llegamos a su parada y se fue. 

Luego Elizabeth, al escuchar la historia de Jacob, empezó a compartir la suya. Ella es una señora de 70 años que viajaba a ver a su nieto que, si no me equivoco, se graduaba... estaba muy feliz de ver a su familia... pero empezó a contar que el año pasado había perdido a su hijo de 27 años en un accidente de tránsito y que unos meses después, perdió a otra hija de un día para el otro... la chica solo se desmayó y murió. Nunca supo la causa porque no la encontraron hasta un día después botada en la cocina... sin embargo, ella sonreía. Sonreía porque aún tenía familia qué visitar, porque aún le quedaban 4 hijos más y porque tenía la suerte de ver cómo sus nietos iban creciendo. 

Me preguntó sobre mí, le conté sobre mi sueño de viajar en tren y además de conocer NY. "New York" decía... mientras le brillaban sus ojos. "you're gonna have such a wonderful time". Me enamoré de esa señora... creo que se llevó una parte de mí cuando se despidió con un abrazo y me dijo "Tell New York Lizzie says hi". Y lo hice. Apenas vi el Empire State desde la ventana del tren dije en voz alta "Lizzie says hi".

Y comenzó la aventura... comenzó la aventura con una gripe y fiebre terrible que me dio mientras estuve expuesta al frío del tren. Sin más medicinas que la precavida de mi madre me había enviado, no sabía qué hacer... tenía solo 5 días y estaba volando en fiebre. Pero bueno... este era mi sueño. Estos eran mis miedos ¡a enfrentarlos!

Paré en mi estación que me llevaría al hotel sin problema desde el metro. Empecé a conocer los alrededores de donde me iba a quedar. Paré a comerme un kebab en un puestito ambulante... creo que comí con tantas ganas que un señor se bajó a un ATM que estaba a un lado y me dijo "is it THAT good?". It was. Estaba delicioso y más aún para mí que iba muerta de hambre. 

Llegué al hotel... conocí a María. Una chica encantadora que me hizo un upgrade de la habitación porque Booking no había tomado bien mi reserva (y además me cobró un fee por equivocación que nunca me devolvieron... pésimos BTW). Me hizo sentir sumamente cómoda y tranquila. Dejé mis maletas y salí ese viernes a recorrer por Times Square. 

Gente... gente por todos lados. Era una locura. Mi primer personaje en esas calles fue un Mickey Mouse deforme que se tomó una foto conmigo. Me reí a carcajadas porque me acordé de los años viejos que hacen en nuestro país. Las luces brillaban por todos lados... espectáculos de Broadway, ofertas, tendencias de moda, música a todo volumen. Era hermoso. Tantos estímulos que solo me rodeaban con alegría.

Fui alejándome poco a poco hasta llegar al Centro de Kabbalah, donde iba a experimentar mi primer Shabbat en vivo... con Karen Berg, Michael Berg y Monica Berg. Coincidentemente conocí a una ecuatoriana Daisy... qué hermosa mujer... todo el Shabbat me indicaba qué debíamos hacer... y entre cantos y aplausos, se sentía cómo el lugar vibraba con la energía de las personas. Niños, hombres, mujeres... todos unidos para compartir la mejor energía y llevarla al resto del mundo. Fue fascinante... más aún cuando me acerqué a Michael Berg (el autor del libro que iba leyendo en el tren) y le pedí una foto. Todo era increíble. Subimos luego a la cena, donde te sentabas con personas que no conocías y en la mía había un maestro de Kabbalah, un colombiano, un peruano y una gringa que se había graduado de Harvard, a sus 25 años y ya sabía hasta hebreo. ¡Que gente tan buena vibra! Pasamos la noche hasta las 11 que ya tenía que volver al hotel con mi gripe.

Paré en una farmacia a comprar algo de medicamentos para la garganta. Al día siguiente, como era de esperarse, tenía una gripe del demonio... no sabía qué hacer para recuperarme... así que esperé hasta el medio día y salí por algo de comer y al MOMA. Quisiera decir que este día fue increíble pero no lo fue tanto... salvo por un policía que me abrió paso en una calle de Times Square y me dijo que era hermosa... y yo diciéndole que no mienta, que tenía gripe y que nadie con gripe es hermosa... y se refirió a mi sonrisa. Sin importar lo que estaba pasando, parecía que la alegría seguía viva en mí. 

El tercer día fui al Memorial del 911. Es inexplicable la tristeza y al mismo tiempo la esperanza que tienes ahí dentro. Revivir todas esas imágenes del terrorismo, la caída de las Torres Gemelas, la cantidad de fotos de la gente que había muerto, los policías, bomberos y guardias que habían sacrificado su vida por salvar a toda la gente posible. Era devastador. Y luego veías la bandera de EEUU y abajo un montón de cartas de niños expresando su amor y fuerza para los rescatistas. Lloré... lloré como niña pequeña sintiendo toda esa maldad que puede existir, todos los problemas por cosas materiales, ideologías y religión... y lloré porque también ahí se encuentra la nobleza de los corazones que sin importar cómo, daban la mano. Al salir de ahí me quedé estática unos momentos, esperando a que pase la nostalgia y seguí recorriendo... Wall Street, Empire State, La Estatua de la Libertad (que no alcancé a tomar el ferry porque llegué tarde) y me encontré con una ardilla. La ardilla me dejó hacerle una sesión de fotos interminable.

Llegada la noche, mi silla moría de nuevo. Y me acerqué a un restaurante donde pedí que por favor me prestaran un enchufe. Estaban a reventar... sin embargo hicieron un espacio pequeño y me dejaron quedarme ahí sin obligarme a consumir nada. Todos seguían sonriendo. Al terminar la carga, volví a mi hotel... con mi gripe... y el frío. 

El cuarto día quedé con mi amiga Lucy para ir a almorzar. Tienen que conocer a Lucy. Siempre está feliz. No la veía como hace 4 años y seguía igualita, nada había cambiado y pudimos compartir un tiempo lindo juntas. Luego, en la tarde, me topé con mi prima Tanya que no veía hace siglos, me invitó a comer y conseguimos entradas para ir a ver Neverland de Broadway ¡qué famosa me sentía! Y qué lindo que siempre en el camino te encuentras con gente que te acompaña. 

Sin embargo, aquí empezó lo feo... se suponía que antes de volver a Miami, iba a parar en Savannah... un pueblo lleno de artistas y bohemios que tiene muchos lugares históricos... pero no habían taxis que me pudieran trasladar desde la parada del tren de regreso, hasta el hotel que estaba lejos del pueblo. ¿Qué hacía? ¿A quién acudía ahora? Tenía que salir del hotel a las 4am para la estación del tren y no tenía idea de qué iba a hacer metida en Savannah sin movilizarme... Entré en pánico. Y dije "que sea lo que tenga que ser"... y esta iba a ser mi mayor prueba.

Buscando taxis, nadie me quería ayudar... sentía que todo lo positivo de esos días se desvaneció en un segundo y no tenía quién me auxilie. Así que salí a la terminal del tren, con lágrimas de miedo, esperando a ver qué solución encontraba.

La estación de tren estaba vacía. Habían borrachos por todos lados, al igual que vagabundos. Sentía que me iban a robar, a violar o a secuestrar... y cuando ya empecé a buscar desesperada una salida, veo a lo lejos a un señor que caminaba patojito y tenía el logo de Amtrak en su camisa. 

Me acerqué a él como el único recurso que me quedaba... le conté la situación y me dijo "you're gonna be OK... come to the Amtrak counter and they will help you"... y seguí sus instrucciones.

Esperé hasta las 6am a que abran el counter y me dejaron pasar primera, le conté la situación a la chica del Amtrak y me hizo el cambio de ticket... cancelé mi ida a Savannah y volvería a Miami. ¡Qué respiro! Y más aún sabiendo que mi ángel de la guarda (mi hermano Daniel) ya me esperaba allá.

Ese regreso fue horrible. Un hombre borracho quiso sobrepasarse conmigo y con otras chicas más. No pude casi dormir. Venía aún con los estragos de la gripe. Y seguía asustada... eran ahora 30 horas de viaje de regreso... y solo tenía en mente en el momento en que me encontraría con mi hermano, la china y el loco. 

Cuando me bajé del tren y los vi, sentí cómo mi alma volvió al cuerpo... no quería despegarme de ellos. Había sido el alivio más grande luego de tanto miedo. 

Estuvimos 3 días juntos. Bebimos, comimos rico, compramos cosas, nos divertimos probándole zapatos a mi hermano que se rehusaba a comprar... y volvimos a casa donde mis padres me recibían con los brazos abiertos, dispuestos a escuchar cada historia y al salir me tenían una gran sorpresa ¡Charlie, mi perrito, también me había ido a recibir! Qué hermoso era estar de vuelta.

La razón por la que escribí todo esto, no es solo para acordarme de las cosas hermosas que viví, de los miedos que experimenté y de la certeza que sentí cuando todo no salía como lo había planificado. Sabía que en cada situación incómoda, momento, lugar y con cada persona que esté, era por algo.

La mujer que viajaba con un corazón roto, regresó con un corazón totalmente curado y agradecido de estar en el aquí y en el ahora. La mujer que iba con las maletas vacías, regresó cargada de amor y esperanza, de ganas y con hambre de volver a vivir algo así.

La mujer que se había ido para sanar, se sanó y probablemente en el camino logró sanar a alguien más. Y encontró a cada persona que la hacía sentir que ella no estaba sola, incluso en los peores momentos... porque aún a kilómetros de distancia, tenía a gente preguntando si estaba bien. Y estuve bien.

Este fue una de las primeras cosas de mi bucketlist que taché. Estoy empezando a vivir mis sueños... y este año lo haré con Lollapalooza, gracias a mi hermano. 

Y si aún no se atreven, si aún tienen miedo... si aún dudan... solo les digo ¡hay que lanzarse! Si una mancita en una silla de ruedas se lanzó a viajar sola y sacó las mejores experiencias, todos pueden hacerlo. No hay nadie que se interponga entre nuestros sueños y nosotros... solo nuestros miedos.

Y cuando se enfrenten a eso... recuerden "tu vida cambia ahora". Y cambió. No soy la misma de antes... soy una mejor versión... y seguiré mejorándola con cada miedo enfrentado y sueño cumplido. 

Los amo. 

13.3.17

... pero le atraen los vacíos.

Siempre he sabido que mi niña interior es impulsiva y por eso, a veces, no me percato a dónde se me ha ido. 

A veces se esconde tras los árboles que ve en las carreteras. Otras, se mete al fondo del mar mientras la miro desde la orilla. Y unas cuántas, se lanza en un parapente que cruza por las nubes. 

La conozco. Ella aún no se controla... y definitivamente, su lugar favorito para explorar, son las excavaciones.

"Mira... ahí hay un huequito..." dice entusiasmada cuando ve un corazón con una fuga.
- "... espérame, que lo voy a arreglar." 

Y así, sin poder decirle que no a tiempo, se amarra una soga a la cintura, se pone un casco con una luminosa linterna, se pone una mochila vacía sobre los hombros y se adentra en los lugares más oscuros del corazón de una persona. Ella nunca tiene miedo de lo que va a descubrir.

- "Aquí hay una fisura del corazón..." me grita desde el fondo "lánzame la cajita con agujas e hilos... ¡que lo vamos a suturar!". Y yo, confiando en que su trabajo es impecable, se lo lanzo. 

Ella empieza a coser, con la lengua un poco afuera, tratando de ser lo menos invasiva y más precisa posible... hasta que termina. 

- "¡Lo tenemos, Señor Corazón! Veamos qué más le hace falta". Mientras guarda todos los implementos en su mochilita de exploración.

Luego sigue caminando por rincones oscuros y de repente...

- "Acá... acá hay un miedo. ¡Rápido! Lánzame un bote de pintura, de esos que tienen los colores del arcoiris". Y yo, confiando en su alegría, se lo lanzo... y, aunque me preocupa, sigo alentándola desde arriba. "Vamos, nena, termina pronto".

Oigo sus ecos al cantar "I got sunshine on a cloudy day..." (escuchar: https://www.youtube.com/watch?v=6IUG-9jZD-g)  y sé que está empezando a dibujar los más lindos paisajes sobre sus miedos. Agudizando su voz que aún no termina de definirse, sin saber incluso algunas palabras de la canción se las inventa... y canta. Canta como solo a ella le encanta cantar, moviendo la cabeza de un lado al otro y con una sonrisa.

Al terminar, tararea un poco más la canción mientras sopla un poco sobre la pintura para que se seque pronto.

Y de repente, encuentra lo que siempre intento que no aparezca...

- "¡Ay!... aquí hay un vacío, un dolor".
- "Pequeña, ¿estás segura que lo quieres llenar? ¿No podemos dejarlo para después?". Le grito, temerosa a través del vacío.
- "Hay que intentarlo, tenemos que intentarlo". Y mi manos tiemblan. Quiero lanzarme a salvarla. Quiero evitarlo. Pero ella... ella es más fuerte que yo. Y sabiendo que ahora necesitamos cemento de contacto, lijas, maderas y clavos, se los lanzo. 

Hay silencio. Hay un largo silencio...

Y más silencio. Siempre pasa que al curar esos vacíos desde tan dentro, ella se queda atrapada en el corazón de los demás. Es ahí cuando empiezo a escucharla muy a lo lejos...

- "¿Me ayudas?... Creo que me quedé encerrada.

Y yo, con todos los miedos que tendré que enfrentar al entrar al corazón de alguien más, sabiendo lo que tendré que destruir... ella está atrapada... y debo rescatarla. 

Empiezo a bajar hasta llegar a ese corazón. Empiezo a poner mi oído cerca de la superficie para ver de dónde salen sus lágrimas. Empiezo a hacer huecos para sacarla, destruyendo a veces lo que ella construyó.

- "No puedo respirar" escucho muy dentro.

Me empiezo a desesperar. No sé qué hacer. Y cojo una pala y empiezo a cavar, a golpear, a gritar, hasta que logro abrir ese oscuro vacío nuevamente y la saco. Ella termina así siempre. Desgastada. Pálida. Casi muerta. Y me toca revivirla con dulces y canciones. Con las cosas que ella ama.

Una vez que está conciente nuevamente le digo lo que siempre le repito: 

- "No necesitas salvar a todo el mundo. No necesitas llenar vacíos. Si hay un vacío es porque hace falta felicidad... y si falta felicidad, tratarán de llenarla contigo. Y te encerrarán, y te asfixiarán y si, un día no tenemos fuerza, podrás desaparecer".

Ella parece entenderlo muy bien. Y al cabo de unos días regresa a su vida normal. Se compone, regresa su felicidad, su baile, su canto, sus dibujos en las nubes... pero un buen día, vuelve a encontrar a una persona que sufre y regresan sus ganas de arreglarlo todo.

Y es que así son nuestras niñas interiores. Ellas no saben de rencor, de dolor, o de maldad. Ellas saben construir, arreglar y hacer felices a los demás... el problema es que a veces, por impulsiva, se mete en grandes vacíos de corazones egoístas que no la quieren dejar salir, que prefieren asfixiarlas cuando ellas van dando de poco a poco... tanto como sus cortas piernas y pequeñas manos puedan abarcar. Pero se desesperan, quieren todo para ya... y ellas solo están tratando de hacer a alguien feliz, llenar su corazón de cosas lindas... pero les reclaman, las abusan, las aprisionan.

Ahora último pude salvarla del corazón más oscuro que conoció. Este sí que le dolió volver a superar... ella me decía "quería estar ahí, quería hacer lo mejor... y solo veía cómo una sombra grande me empujaba hacia los rincones y me hacía sentir tan inútil... y yo le ofrecía chupetes, de esos ricos que suelo tener en mi bolsillo... y el apagaba la luz y se iba".

Nunca en su vida estuvo tan asustada. Pensé que al fin pararía. Que al fin entendería los peligros de sus impulsos... pero esta noche, conversando me dijo "no voy a parar. Sé que algún día podré arreglar un corazón de una manera tan perfecta que quien lo tenga, nos lo agradecerá y nos dejará ser el equipo que queremos ser". 

Y ella tiene más razón que yo. Porque su inocencia sigue siendo su arma más poderosa, más noble... y esa sí que es valiente. Y yo la apoyo.

Les contaré cómo nos va cuando nos encontremos con un nuevo corazón.


Los amamos. Mi niña y yo.

8.3.17

... pero decidí

Decidí dejar atrás la cordura, porque no encajaba en el tipo de mujer que quería ser. Me quedaba muy corta la idea de ser siempre la máscara, cuando tenía la oportunidad de ser mi verdadera yo... esa que amo con todos sus defectos, manías y virtudes. 

Decidí dejar de tragarme mis emociones irracionales, porque la mente no juega justo con el corazón... lo llena de artimañas que lo hacen pensar que para ser feliz hay que tener un novio, marido, pareja, hijos, casa, carros y un trabajo que vaya en aumento, para poder disfrutar de todos los caprichos que nos hacen "felices". 

Nos vendieron la falsa idea de que para ser felices necesitamos contenernos, aguantar los baches y salir adelante con la frente en alto. Como nuevos. ¡Señores! ¡las heridas se enseñan, porque son el recuerdo de cada batalla en la que saliste triunfante, incluso cuando perdiste. 

Decidí dejar de mirar cómo la gente me juzgaba o me hacía sentir incómoda. Decidí gritar abiertamente que no me importa un carajo lo que puedan decir de mí, que si me porto de esta manera se mejorará mi vida, o que si hago esto bien, lograré llegar a un puesto significativo. ¿Qué resulta significativo cuando las cosas a tu alrededor te hacen sentir que no eres lo que viniste a ser?

Decidí que las únicas personas que podían opinar sobre mi vida eran las personas a quienes les confiaba mis secretos, mis dudas y mis miedos. Que solo quienes comprenden mis miradas o mis sonrisas, son los que en verdad pueden preguntarme qué me pasa o cómo me pueden ayudar. 

Decidí ser una guerrera que va tras sus sueños sin importar que esté condicionada con un diagnóstico médico. Decidí que por más que me digan que por más que intente, mi condición me iba a frenar, yo no iba a parar. A mí ninguna condición me va a ver las huevas y me va a dar cronometraje para vivir.

Decidí dejar de llenarme de amores vanos, que piensan que hay formas correctas de amar. Se ama cuando se ama... y si no se ama, se suelta. No puedes obligar al corazón a sentir que algo es tuyo, porque nada en esta vida nos pertenece, solo lo que sentimos. Y si no lo sentimos, que se vaya por donde vino.

Decidí olvidarme de los chismes y las personas que intentan herir a los demás. Nadie aquí tiene el derecho a opinar sobre nosotros, cada cuál lleva su carga y la lleva cómo puede. Nadie puede decirte "levántate" porque si no te da la puta gana de hacerlo, es tu proceso y si no lo quieren respetar... que se vayan al demonio.

Decidí ser valiente. Decidí luchar contra mi ego, mis ganas de recibir y robar luz de los demás. No sirve de nada tener ratitos de luz ajena, cuando quien debe brillar eres tú mismo, por ti solo... y si se apaga esa luz, vuélvela a prender. Estamos hechos para brillar, para sobresalir, para ser felices por nosotros mismos.

Decidí dejar de ser cobarde y hacer cosas imprudentes. Volverme bohemia, pasarme de tragos, comer lo que me encanta. Hacer de mis días, noches; y de mis noches días, porque es lo que pide mi corazón. Porque es lo que quiero disfrutar cada día de mi vida. 

Decidí pintar y hacer feliz a mi niña interior que se quedó abandonada años atrás, con ese sueño de ser artista, con el conocimiento limitado para crear únicamente animales en forma de bolitas. Decidí cantar, romper vasos, jarrones, ventanas y edificios enteros si era posible.

Decidí crearme con mi propia conciencia, decidí construirla cada día y cada día mejorarla. 

Y cuando decidí eso, me liberé.

Me liberé del qué dirán, de las religiones, de lo que quiere o no quiere la sociedad, de lo que está correcto o incorrecto, de mantener la compostura solo por agradar... porque ¿saben qué? Solo me tengo que agradar a mí... y cuando eso pase, lograré agradarle a los demás. No sirve de nada ponerse una etiqueta equivocada. Te venderás como algo que no eres y un día se darán cuenta de la verdad... y te juzgarán. 

¿Que tengo el tiempo cronometrado, dicen? Pues para mí el tiempo es una ilusión, la muerte no me aterra... lo que me aterra es estar viva sin haber aprendido a vivir. A vivirme. 

Qué linda que es esa gente que sale a buscar si felicidad, porque se encuentra en cada esquina. No tengan miedo, la liberación se trata de hacer lo que amamos, de compartir, de sernos fieles y escucharnos. Nadie más que nosotros sabemos qué es lo que necesitamos... ¿hasta cuándo vamos a esperar a correr hacia ello? ¿Hasta cuándo vamos a decirle "calla corazón" cuando es el único que late por esos sueños por cumplir?

Y decidí hablar, gritar, GRITAR... porque sea lo que sea y pase lo que pase, tengo mucho por decir. Los problemas se verán inmensos, el caos se meterá en mi vida en cualquier momento... pero cuando llegue, será un poco tarde, porque desde ya empezaré a aprender a vivirme y moveré montañas... y, si me disculpan... hay algunas que voy a destruir. Porque me decidí a ser yo. Romperé todo lo que sea falso, romperé paredes que nunca debieron estar y quemaré puentes que no llevan hacia ningún camino.

Esta vez decidí ser yo:
Completa
Única
Brillante
Y llena de amor


¡Sean luz y no reflejo! Los amo.

... pero qué lindo escribir sin filtros.

Dicen que cuando logras hablar sobre alguien sin que la voz no se te quiebre o te tiemblen las manos, que ya lo has logrado superar.

También dicen que cuando escribes sobre alguien, lo inmortalizas.

¡Qué equivocada está la gente, a veces!

Pero bueno, hablando de catársis y ya que hoy me encuentro sin filtros que midan mis palabras, voy a hablar. Voy a decirlo todo. Voy a decir todo lo que me he estado aguantando de decir por miedo, por no confrontar, por no querer aceptar la realidad de lo sucedido.

¡Qué lindo que es cuando comienza todo el jugueteo del amor! Cuando empiezan los roces sin querer, los besos pequeños en algún lugar desprevenido, las ganas de ver a esa persona, el saber cuándo nos dirá para vernos de nuevo. ¡Qué lindo! Y qué triste que yo me salté todo eso con él. Porque lo permití, por impulsiva, porque así soy y después ando queriendo arreglar el pasado.

Y sí, eso pasó. De repente estaba saliendo con aquel que parecía el hombre que siempre había esperado… cariñoso, atento, detallista, preocupado por todos los que me rodeaban, aparentemente feliz… aparentemente.

Conversar con él era tan divertido. Habían días en que no quería que nuestras conversaciones terminaran… que nuestros momentos se acaben. Pero bien dicen “be careful what you wish for”. En menos de un mes un accidente, un robo y ya tenía a alguien viviendo en mi casa. (WTF! Yo solo me quería enamorar, no empezar a formar un hogar de la noche a la mañana).

Empecé a sentir cómo un, aún extraño, se metía en mi casa, en mi vida, en mi tiempo. Si, claro que la pasábamos hermoso… pero todo era tan abrumador y rápido que mi cabeza decía “¿Qué pasó?” y mi corazón decía “¿no debería estarme enamorando ya?”… y así, intenté empezar a cambiar el pasado. Empecé a poner límites, a tratar de cuadrar mis tiempos, a esforzarme en tener detalles para que mi corazón se vaya apresurando a sentir algo… y no… al corazón no se lo forza. Él sabe mucho más.

Y de repente empezaron dramas… dramas del pasado. Fantasmas que nos seguían. Desconfianza, lo cual era totalmente absurdo porque BÁSICAMENTE VIVÍAMOS JUNTOS y solo pasábamos vagando como una pareja en luna de miel… y yo no quería luna de miel. Yo quería enamorarme. Yo quería enamorarme.

Cada vez que algo pasaba, trataba de aguantar… de respirar, de alejarme un poco para no tener que estallar con él encima mío todo el tiempo… escapaba. Claro que escapaba. No tenía más salida. Me agarraba de cualquier momento en el que tenía que hacer algo para poder respirar. ¿Han agarrado algún pez con sus manos tan fuerte que se les resbala? Creo que esta sería la analogía más perfecta.

Él intentaba desesperadamente tenerme entre sus manos y yo, slippery fish, solo me resbalaba cada vez más y más…

¿Y mi corazón? ¿Ese qué decía? Ese decía “tranquila, es un buen chico… te ama… sus necesidades vienen de un lugar tan puro como el amor… tú puedes manejar esto, tú puedes ayudarlo porque tú ya fuiste así… tú puedes”. Y con lágrimas cada noche rezaba y decía “yo puedo”. Pero no podía. No podía. Y no podía.

Y me daba rabia conmigo misma.

“Michelle, toda la puta vida has pedido a que llegue alguien como él. Guapo, atento, cariñoso, que quiera dedicarte el tiempo suficiente… y te quejas”…

Juro que no me quería quejar. Juro que lo quería aceptar tal y como era. Juro que en el fondo lo empecé a amar.

Pero se fueron forzando tantas cosas. Él sentía que yo fallaba, yo sentía que él me ahogaba ¿quién tenía la razón? Nadie. Nadie la tiene nunca. Nadie tiene la razón hasta que los dos ponen de su parte y se resurge. Esa es la única razón verdadera que debe haber al amar.

Y en vez de resurgir, nos separamos… como pelea de niños. Con pataletas. Con “mira, mami, lo que me hicieron”, “mira, mami, que me rompieron el corazón”, “miren todos, me trataron mal y ahora me duele”.

Y es verdad… los dos lo hicimos. Por muy madura que intenté ser, caí en la trampa de seguir un juego del que hace mucho tiempo me retiré. A veces es la pasión… a veces el ego.

Intenté cambiar las perspectivas. Intenté aplicar – tal vez un poco tarde – todo lo que venía aprendiendo sobre mí. “Los problemas son escenarios que la vida te pone para que trabajes en tus fallas, no en la de los demás”. Me hice responsable. Me paré firme y dije “te amo y voy a luchar por ti”. Lo dije cuando más sentía que lo amaba, probablemente porque ya lo estaba perdiendo. Pero no importaba, nunca es tarde para corregir un error.

Entonces me puse mi armadura, encerré a mi corazón en amor incondicional, dije “esta vez voy por el todo”. Quiere casarse, bueno, nos casamos. Quiere que ya no sea fría y distante cuando algo me duele, bueno, buscaré la forma de solucionarlo. Quiere, quiere, quiere… bueno, bueno, bueno. Acepté todo. Estaba dispuesta a aceptarlo todo y a manejar todo lo que venga con amor.

Y él se había transformado. La persona aparentemente alegre, ya no era alegre. Era cruel, era duro, era malo con los demás… hablaba sin filtro (como yo ahora), hablaba para herir, hablaba para atacar… siempre con una respuesta directa, cortante y que lograba desvanecer mi deseo de seguir.
Me encontré que en la batalla por salvar algo estaba sola… porque mientras yo trataba de solucionar las cosas entre los dos, él las exteriorizaba… tal vez por aprobación, por ego o por dolor. No lo juzgo, tal vez era lo que yo necesitaba para darme cuenta el dolor que también le causé algún día… y me rendí.

Me encontraba batallando por salvar a mi príncipe y, cuando me daba cuenta, era él mismo quien lanzaba las flechas a matar. Y me morí… porque vi que todo lo que al final había amado de él… ya no estaba. Todo el dolor lo había acumulado y lo llevaba con furia como una coraza.

Ahora entiendo que debo ser más paciente, que cada cuál tiene su forma de enfrentar su dolor, su ira, sus penas. Que cada capa de protección que alguien se crea no es para protegerse del dolor, es para protegerse de sentir que alguien al fin está ahí, dispuesta a todo, incluso con el corazón titiritando de miedo. Y Dios sabe el miedo que tenía. Miedo a que se repita la historia, a no llenar sus expectativas, a no ser lo que él quería que fuera… cuando en verdad solo debía preocuparme por ser quien yo era.

Una persona, cuando ama, busca un complemento, no busca la felicidad. Nadie puede cargar con el peso de “solo tú me haces feliz” porque no puedes ser la razón por la que esa persona quiera levantarse cada día o hacer algo con motivación. La felicidad debe estar dentro de cada uno… felicidades sin máscaras, sin prejuicios, con moral. Felicidad de dar todo lo que puedas, sin el fin de recibir lo que demandas.

El amor no condiciona, pero tampoco espera hacer cambiar a otra persona para tu bienestar. ¿Quieres que algo te haga feliz? Busca siempre qué debes cambiar de ti para sentirte pleno ¿Quieres que alguien te haga feliz? Déjalo ser, no intentes cambiarlo. Nadie que cambie sin un proceso real e interno de transformación será feliz NUNCA.

Hay personas que tienen el ego muy grande. Que se ríen de los demás. Que buscan hacer pataletas en medio de un centro comercial para llamar la atención y que luego te buscan porque sin ti, las pataletas se acabarían ¿Quién me va a aguantar la pataleta si no estás tú? No hay persona, no hay pataleta.

Yo no fui la persona correcta. Y definitivamente él tampoco lo fue.

Y al fin cuento esto sin una sola lágrima más. Con dolor, con un poco de ira, con un poco de compasión… pero sin temblar, y ya sin miedo.


… Y dicen que cuando escribes sobre alguien lo inmortalizas. Personalmente me pasa lo contrario… cuando escribo sobre alguien, normalmente lo mato.