10.4.14

... Pero aún estás, pequeño.

Te vi. Eras tú. 
Estabas tan lejos, sin embargo lo sabía: Nos habíamos reconocido en tantas otras vidas, en tantos otros sueños... Y estabas ahí. Tan inocente, tan lleno de luz que lo único que lograbas sacarme era una sonrisa que brillaba con el reflejo de tu mirada

Me ves caída, me levantas, me sacudes... Me haces escribir. Sabes que empecé por ti, porque nadie nunca me hizo perder el miedo a hacerlo, porque nunca nadie había creído en mí, como tú. 

Me inspiras, me llevas a cada uno de los cielos, me llenas de colores rojos, naranjas, violetas... Y tú, sigues siendo el azul al que siempre regreso. Tienes la fuerza para levantar mi alma luego de estar abatida por tantas batallas sin siquiera tocarme. Tienes la sonrisa que mi fuerza necesita para sobresalir. Tienes todo TODO lo que siempre buscaba... Esa alma noble, limpia, joven, incorrupta, magnífica y predominante. Y esos ojos... Esos ojos que abren las puertas a un alma capaz de hacerlo todo para todos. Ni un gramo de malicia, ni un gramo de rencor. 

Te vi. Estabas ahí entre la gente y me acerqué a saludar. Apenas nos reconocimos, sonreímos y seguimos adelante... Como si nada hubiera pasado... Como si esos abrazos no hubieran sido sentidos de tantas otras formas. Eres mi recuerdo favorito. Eres quien me hace escribir, y soñar, y volar, y creer. Mi príncipe azul, mi salvador, mi musa.

Te vi. Eras tú.

Eras tú... pero, desafortunadamente, esa última vez que te vi, no era yo... 

10.3.14

Al cielo... (sin editar)

Es impresionante la cantidad de recuerdos que se pueden tener en menos de 4 minutos. 

Hoy son 3 años en que una serie de personas nos hemos resignado a vivir con la idea de que ya no estás para acompañarnos... sin embargo sigue siendo difícil. Evitamos tratar el tema, evitamos que las memorias vengan y se queden en cada conversación; pero, en cada reunión familiar, está. La magia de partir y de tener la facultad de dejar algo grabado en cada persona que amas creo que es lo que cada persona quisiera al partir... y lo lograste.

Zapatos blancos, guayabera y pantalón del mismo color. A veces parecía que te vestías de ángel (si no hubiéramos sabido todas las historias de demonio que cometiste cuando eras joven). 

Pero los años no pasaron en vano. Tu mente brillante no solo sabía pensar sino que nos enseñaba a hacerlo. En cada palabra iba una lección que podía ir desde trabajar hasta el último día, hasta derramar unas lágrimas de felicidad. Los búhos, el pepe grillo, el amor hacia los animales, la biblioteca con el televisor antiguo, la computadora gigantesca, el olor a páginas viejas... la voz retumbante diciendo desde algún cuarto "Guillermina". 

Te convertiste en un guerrero y solo quienes estuvimos cerca pudimos ver la fuerza que podías tener hasta el último respiro, te preocupaste por cada uno de los tuyos siendo protector y desesperándote cuando no podías hacer nada por remediar los dolores que podían tener los demás. Eras un guerrero con un gran corazón, que se rendía únicamente cuando veía a uno de sus hijos o de sus nietos pasar por la puerta. No había armadura que aguante tanto amor.

Nos hace falta ver de vez en cuando a ese hombre que le encantaba pasear al aire libre, esos lentes que reposaban sobre la punta de la naris, esos ojos brillantes y penetrantes que podían desbaratarnos en un segundo.

Hoy el traje de ángel está completo, tienes alas y siempre estás junto a nosotros porque cada uno tiene algo increíble de ti (incluyendo el genio y los carajazos que solo nosotros sabemos dar). 

Pero estás bien acompañado y con cada uno de los nuestros que se ha ido, te hemos mandado el cariño que no terminamos de darte. Ojalá hoy ninguno de nosotros te haga rabiar y que puedas ver que seguimos siendo tan unidos como nos dejaste... y quién sabe si más. Abrazos al cielo, hasta que podamos dártelos. 

Para Coco. El abuelito.