2.4.23

... pero entiendo que todo pasa cuando debe pasar

 Hoy, me pido disculpas y me quito la culpa de no recordar algo que sentí que debía darse en una situación distinta. Tantas veces me imaginé conversándote sobre las cosas que me estaban pasando, sabiendo que no son las éticamente correctas, pero que son válidas. 

Una vez más me dejé llevar por las ilusiones de esa niña que piensa que todo el mundo es bueno y que todos merecemos la oportunidad de ser felices... y es ahí cuando pregunto "¿acaso no soy la que puede hacer feliz?". 

Vivo con esta mentalidad bipolar en la que a veces me siento tan fuerte, mientras en el fondo soy solo un cristal fino hecho añicos. He tratado mil veces de recomponerme y ser más... sin embargo, cuando hablo de mis emociones, me sigo sintiendo rota. 

He invertido años en ser mejor, en superarme, en intentar saber quién sí, quién no y quién nunca. Pero mi intuición, mi acertada intuición, muchas veces me lleva al borde del abismo y yo... yo que amo lanzarme sin paracaídas y sin medir las consecuencias. 

Soy una emoción que no se limita, que siempre quiere más, que quiere ser libre y amar... pero amar de verdad. Amo lo que me rodea, a mi familia y a mis amigos, mi trabajo. Amo, a pesar de mis errores, lo que soy.

Y aunque esto nunca llegue a tus manos y sepa que esto hoy muere después de unos cuantos vasos compartidos, no me arrepiento. Porque sé que mis sentimientos son válidos, porque sé que en el fondo hay algo, porque sé que no fue el momento preciso, pero es en el que debí aprovechar... y aunque una vez más la vida me tumbe... estoy lista para volverme a levantar.

Tenme paciencia y discúlpame porque tal vez mis palabras no fueron lo que debían ser y tal vez no fueron lo que esperaba que fueran... pero créeme. Vinieron del lugar más correcto, porque vinieron de ese lugar de amor, ese lugar que todo lo puede cambiar y que hoy, ese lugar, te pertenece... aunque no lo sepas.


8.1.18

... pero esto no tiene nada que ver contigo.

Tranquilo.

Esto no tiene nada que ver contigo.

Creo que tiene más un poco que ver con la forma en que la vida ha sabido sorprenderme. Y, no te miento, fue agradable.

Suelo ser una m¡3rda con mis responsabilidades emocionales. Soy de esas que empieza a correr en círculos cuando algo no lo sabe manejar, y me alcanza lo que sea de lo que esté huyendo. Soy de las que tira asustada lo que tiene en las manos por miedo a romperlo… y lo rompe. Soy torpe, impulsiva e irracional. Y, aunque no me gusta dejar las cosas rotas, he aprendido que es mejor que volverlas a tomar y terminarse cortando.

Que no es fácil. Nunca lo ha sido. Pienso, probablemente, que influye mi creencia en que en otras vidas rompí a tantas personas sin mirar hacia atrás y ahora me toca mirar, me toca sentir, me toca llevar la cicatriz. De alguna forma ya siento esa responsabilidad de aceptar que dañamos, incluso cuando queremos.

Entonces vienen mis torpezas. Vienen mis ganas de gritar asustada porque me veo vulnerable, porque me siento insegura y porque no entiendo de dónde vienen esas ganas de alejarme de lo que tanto me hace feliz.

Y eso pasó. Hace un tiempo, no ahora. Me vi sonriendo. Me vi sonriendo porque algo hermoso había llegado a mi vida y no sentí merecerlo. Me vi sonriendo cuando estaba una sombra afuera de mi casa, esperando a lo que decida el destino. Me vi cobarde en frente de un valiente. Me vi asustada por unos brazos que buscaban los míos. Y así como esos momentos en los que uno se asusta y pierde el habla, así me quedé… sin palabras. ¿Cómo podía yo merecer esto? ¿Cómo siendo a veces tan fría, tan parca, recibía este regalo? Y ya, cuando quise aceptarlo, no estaba más. Había perdido por mi falta de palabras algo que ni siquiera sabía a dónde me llevaría, pero que disfrutaba.

Y, de repente, ¡boom! La vida sorprende de nuevo. Aparece nuevamente esta sombra que ya iba tomando forma. Esta sombra de lo que no conocía y que no era lo que yo pensaba, se iba clarificando. Entre confesiones de temas indistintos, iba viendo que mi sonrisa crecía, que mi esperanza volvía y que, tal vez, el tiempo me tenía que enseñar algo.

Pero al parecer, no aprendí. Pasa que cuando no aprendes algo en el momento correcto, las cosas buenas se van. Siguen siendo buenas, siguen siendo lindas, pero son distantes… y si te esfuerzas demasiado, la desesperación por comprender y aprender a retener algo, te hace perderlo.

Y yo perdí mi cordura. Por unos momentos perdí mi sonrisa. Debo confesar que llevo casi ocho días sin mirarme mucho al espejo, porque sé que solo lograría ver el vacío que siento. Lo palparía en mi mirada y me desbarataría.

Aún no me queda claro lo que he sentido últimamente. Hay una mezcla de tristeza, rabia y angustia por entender ese morboso placer que tiene la vida de enseñarte a través de experiencias.

Y a pesar de saber lo que iba a suceder, aposté por lo inevitable. Aposté porque sentí que cada una de mis sonrisas en esos momentos, valían lo poco que podía tener.

Era un camino sin salida… y tal vez por eso hoy me toca hablarle a la pared.


26.8.17

... pero cruzamos miradas...


Cuando te despiertas un día y te preguntas “¿dónde estoy?, ¿quién soy?, ¿a dónde quiero ir?”, sabes que tu vida ya cambió de rumbo. Que aceptaste el pasado. Que lo dejas atrás. Y que es hora de perderte… porque es la única forma en que te lograrás encontrar.

Transcurridos algunos días, te pones emocionalmente inestable… ríes sin parar, sonríes por las mínimas cosas que te suceden… te sientes feliz. Sin saber porqué… te sientes radiante. No importa si estás despeinada, con la peor vestimenta, con el maquillaje corrido… hay algo en ti que te hace brillar. Y quién diría que es la propia vida susurrándote “estás cerca de encontrarte”.

Y así… llega un día que te dicen para salir y tú respondes un “¿por qué no? ¡vamos!” y vas… tal vez en el fondo un poco bajoneada porque sentiste que iba a ser un día cansado, lleno de cosas que hacer, llena de gente que no conoces, más que tu hermano y un par de amigos a tu lado… pero no importa. Vas a conocer algo más del mundo y te entusiasma la idea de socializar, de conocer un poco más de cultura, de apreciar el arte y de bailar al ritmo de cualquier canción.

Llegas al lugar. Un tumulto de gente entrando y saliendo… y tú, concentrada en tu camino. No miras a nadie, solo intentas no separarte del grupo y hacerte puesto entre la multitud… sigues avanzando, escuchas la música de fondo, escuchas aplausos, stomps en el piso, empiezas a menearte un poco mientras sigues buscando tu lugar. Y, de repente, una vocecita interna te dice “mira hacia arriba, mira a la gente”… y en un segundo, todo cambia.

Hace meses conociste indirectamente a alguien. Te habían hablado de él tantas veces, te habían recomendado conocerlo, es un buen chico, es guapo, hace esto, hace aquello, le han roto el corazón.

Y a él también le habían hablado de ti. Probablemente lo mismo, probablemente algo más. Así que se contactan virtualmente, pero con una interacción casi nula… conversaciones trascendentales. Likes van, likes vienen. Pero nada concreto. Así que los dos siguen con sus vidas.

Pero llega ese segundo… ese mínimo segundo donde, en medio de la multitud decides hacerle caso a tu intuición y mirar hacia arriba. Y cruzas miradas con un extraño – o al menos lo que pensabas que era un extraño – y te sonríe. Es él.

Dentro de tantos encuentros se habían escapado por cosas del destino, porque tal vez aún no era el momento… y hoy lo fue.

Se acerca, te mira con esa transparencia que solo tienen las personas sinceras, te abraza, te sonríe nuevamente y se dicen “¡qué lindo ya conocerte!”. Esa interacción de menos de un minuto, era lo que el presente te estaba guardando. Algo que no se te hubiera cruzado por la cabeza. Ese encuentro que esquivaron, hoy el destino dijo “no más”. Y no fue más.

Se despide con un gesto tierno sobre tu espalda, con un abrazo fuerte y una sonrisa enorme. Y no se vieron más.

Hoy, sin querer, conociste a este hombre y, aunque las probabilidades son muy pequeñas… hoy, de alguna forma, cambiaste.

Es impresionante cómo en un segundo cruzas miradas con alguien y, ese mismo segundo, cambia tu vida.

Como en un segundo, cambió mi vida. Porque las cosas no suceden por coincidencia... porque la vida te pone las cosas en frente solo cuando estás lista para recibirlas. Porque cuando sigues mirando hacia el pasado, nada del presente te interesa.


Somos ciegos por pasados inconclusos... y no nos damos cuenta de esas miradas que nos buscan, en medio de la multitud, en medio de la bulla, en medio de los problemas; esas miradas que nos buscan, para cambiarnos la vida y decirnos "ahora sí estás lista para ver todo eso que quieres recibir".

El presente siempre es oportuno y generoso. No lo desperdiciemos viendo hacia personas que ya nos dejaron atrás. 


20.7.17

… pero hablaré del suicidio (sin ediciones)

Así que ustedes con boca cerrada y mente abierta, porque hoy más que nunca, deseo desconocer a muchas personas que he leído. 

Actualmente me encuentro bastante desconectada de las redes sociales por una simple razón: necesitaba deshacerme de tanta mi**da que hay en estas. Todos creen que sus opiniones son las correctas, todos creen que pueden decir lo que quieran, atacar a quién quieran y salir ilesos. NO. Eso es comportarse como animales salvajes, llenándose la boca de una sarta de estupideces que no tienen argumento alguno más que “su forma de pensar”. Cerrados, hirientes, dañando más al mundo en que vivimos.

Y les cuento cómo me voy dando cuenta de que todo pasa por una razón. Hace un mes iba a escribir sobre este tema tan temido por la sociedad, y digo temido, porque el miedo nos hace repeler ciertos temas de los que no somos lo suficientes capaces de hablar. Por miedo. Por puro miedo. Por ignorancia sobre los temas. Por creer que uno sabe más que otro. Así que decidí mejor quedarme callada… pero hoy, justo hoy, en mi época de ausentismo, entro a una red social y me encuentro con el suicidio de otro gran artista. Chester Bennington – excantante de Linkin Park – alguien que con sus canciones me acompañó en momentos duros de la vida, justamente porque su música hablaba de finales, de adormecimientos, de tratar de encajar. ¡Cuánto lamento que ese haya sido el camino más idóneo para él, para que pase su mal rato!

Entonces, les cuento sobre lo que quería escribir hace un mes y hoy, al fin, encontré las agallas para hacerlo.

Hace un año y un mes exactamente, intenté suicidarme. Venía con un cúmulo de cosas en mi cabeza: la muerte reciente de alguien a quien amaba mucho, vivir en una relación que estaba con muchos problemas, casi un año sin trabajo estable, con mis insomnios recurrentes… y OJO, estaba conciente de que tenía un problema. ¿Qué tanta ayuda busqué? Toda la que me fuera posible, sin tener que preocupar a mi familia o amigos. Estaba con psicóloga, con mi maestra de Kabbalah, con terapia de imanes, con reiki, con grupos de apoyo… con todo lo que estaba a mi alcance. Leía artículos sobre lo que me pasaba, buscaba la forma de mejorar mis interacciones personales y nada me satisfacía. Busqué a un psiquiatra para medicarme… y pensaba TODOS LOS DÍAS “yo puedo con esto”… pero no podía. Son cosas que se te van de las manos aunque seas la persona más fuerte del planeta, porque toda persona fuerte sea una debilidad.

En ese momento que no funcionó mi intento de suicidio, me aterré. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué me quería hacer daño? ¿Por qué mi dolor no se acababa?... Quería tanto dejar de sentir que no servía para nada. Porque eso sientes, que por mucho que te esfuerces, no encajas.

En ese momento que me levanté de la cama y respiré… solo pude ponerme a llorar y a pedirle a la vida que me dijera qué debía hacer, para qué me quería aquí todavía, qué más puedo dar que aliviane todo lo que me estaba doliendo. Complicado, porque por ser hipersensible te afecta todo… te duele todo. Así que decidí enfocarme en alejar a las personas incorrectas de mi vida, acercarme a las correctas, contar mi historia a mis personas más cercanas y tratar una vez más.

Hoy, después de varios meses, entiendo… no puedes controlarlo. No es que no quieres, no es que no tengas la predisposición. Es que dentro de ti hay una vocecita todos los días que te dice “acaba con el problema de raíz” y la raíz era yo.

Pero querer morir no es algo que pasa de la noche a la mañana. Querer suicidarse (aunque sí creo que uno está pensando en sí mismo, en su bienestar y no de quienes lo rodean) es algo que toma días… años… décadas. No es que dices “bueno, estoy triste, hoy me mato”, sino que es una lucha constante, es una lucha en la que te levantas todos los días y dices “no me van a ganar estas ganas hoy”… pero a veces te gana… porque si todos los días peleas contra ello, solo basta de un pequeño empujón o sentir que causaste una pequeña decepción a alguien más y te lanzas al vacío, a la tumba, al final.

Si, si he sufrido de depresión no diagnosticada, porque creo que por el momento cuento con la información y ayuda necesaria para sobrellevarla cuando llega… o al menos cuento con mis soluciones que funcionan… normalmente se reduce al escapismo.

Pero hay días que te levantas tan cansada de todo y piensas que ya no das. Que esa milla extra que debes avanzar, que ese “un día a la vez” no es suficiente.

Para el suicidio no hay escape, porque las ganas están dentro de ti. Residen en tu cabeza y la única forma de arrancar esos pensamientos, es buscando motivación para seguir… y la familia no te alcanza, y los amigos no te alcanzan, y el dinero no te alcanza, y las terapias no te alcanzan… porque lo que sientes en ese momento es tan aterrador por lo que estás a punto de cometer, que un solo pensamiento feo, te quiebra.

Recuerdo hace unos meses atrás, una de mis mejores amigas habló con su hija pequeña sobre 13 Reasons Why. Recuerdo que al explicarle sobre el suicidio le dijo “eso hacen personas que tienen falta de carácter”. Quería tanto refutar sobre el tema (porque yo sabía lo que se sentía y ella no) pero decidí callar… porque la verdad era intentar convencer a alguien que no tiene el conocimiento o no lo ha vivido de cerca. Pero ahora si lo comentaré para ustedes (y no para refurtarle a ella) no es falta de carácter, es carencia de control sobre tus emociones. Es un dolor indescriptible. Es una angustia que te carcome por dentro y te hace llorar días porque quieres hacerlo por ti, pero te aguantas día a día por el resto… y no lo haces, pero sigues infeliz, sigues buscando motivos para no hacerlo… y si no los encuentras, ¡pum!

Y hoy entro a una red social y veo tantas críticas de gente indolente, gente que se perturba por las acciones personales de otros y juzgan. Por Di*s ¿hasta cuándo vamos a seguir juzgando a los demás? ¿Hasta cuándo vamos a decirles cobardes a la gente que lucha con esto día a día? ¿Es tan difícil comprender que un dolor interno es mucho más duro llevar que uno físico?

De las pocas cosas buenas que leí hoy alguien dijo “el suicidio va de la mano con la depresión”. Es totalmente correcto. He vivido de cerca 3 suicidios de personas cercanas. He vivido de cerca el intento de suicidio de más de 10 personas cercanas. He vivido el intento de suicidio… y por comentarios como estos, les juro que hay veces que dan ganas de matarse por la ignorancia que viven los demás.

Pero está mal visto, está mal enfocado. La gente que se cree fuerte, cree que su fortaleza se debe a que ellos nunca pasaron por eso por muchos problemas que tengan… que superaron las cosas de la manera correcta. Y que si el resto no lo hace así, entonces son unos cobardes porque debían haber tomado medidas y buscar ayuda. Pero insisto… a veces la ayuda y los intentos, no alcanzan.

Y fuera de religiones y demás estigmas sociales, ¿si lo intentamos de ver desde un punto de vista del humanismo?

Por ejemplo (y sí, sé que son cosas diferentes las que encontrarán en lo siguiente que escribiré): cuando alguien muere por “causas naturales” – sea cáncer, vejez, malfuncionamiento de órganos – es socialmente aceptable decir “es mejor que haya muerto, su cuerpo estaba sufriendo mucho”. Hablamos de un sufrimiento del cuerpo y por eso tenemos que aceptar la idea de que se haya ido es mucho mejor… ese es el consuelo de muchos cuando alguien deja de vivir por estas razones que causan un sufrimiento innecesario.

Pero ¿y si el sufrimiento es del alma? ¿O esa no sufre, acaso? ¿El alma no es capaz de sentir dolores tan grandes que no permite que sea justo pensar “es mejor que ya acabó su sufrimiento/dolor/monstruos”? Es válido. Es justo. Porque cuando uno está deprimido, te duele el cuerpo, te duelen tus decisiones, te duele el corazón, te duele la vida, te duele absolutamente todo Y NO SABEMOS MANEJARLO.

Con esto, ojo, no estoy diciendo que el suicidio debería ser aceptado (aunque también soy pro eutanasia), pero lo que si digo es que cuando hay dolor, hay dolor… y quieres acabar a toda costa con ello.

Por mi parte, cuando lo hice, no me consideré débil. No es que no lo pensé antes… llevaba meses pensándolo, batallando contra eso. No lo logré y entendí que aún me faltan cosas por hacer o que simplemente las dosis que me metí, no fueron las suficientes. Pero fue mi primer llamado de atención. Y que quede muy claro… una persona que intenta suicidarse y no lo logra, probablemente tenga las ganas de hacerlo otra vez.

Así que si conocen a alguien que haya pasado por eso, hay que estar pendientes, porque va a llegar un momento en el que no podremos hacer nada. Y no vaya a ser que salgamos con una cojudez tan grande de decir “qué pendejo, se mató”.

Seamos más concientes de nuestras palabras, pensemos antes de emitir juicios. Seamos más empáticos, más receptivos y demos más amor. Recuerden que la lengua castiga.

Que esas personas que hablaron hoy sobre temas que no debían hablar, pidan disculpas aunque sea al cielo… porque quién sabe qué tormentas les llegará a ellos o a sus seres queridos. ¿Acaso si uno de sus hijos se suicida va a decir “fue un cobarde”? Imposible. El dolor que sentirán, vendrá acompañado de culpa… y si hablaron, se quedarán con la jeta hinchada por haber dicho algo que tuvieron que pagar.

Ser honestos y expresar opiniones, está bien… pero eso no da el derecho de ser unos completos insensibles, burlones y críticos ante lo que pasa en la vida de los demás. Vidas que no conocen, problemas que no conocen, enfermedades que no conocen, motivos que no conocen. El mundo nos junto a todos para ayudarnos, comprendernos y no juzgarnos. ¿Nos vamos a demorar tanto en tratar de entender y hacer un mundo mejor? ¿O queremos seguir lanzando piedras a todos los que combaten con este pensamiento día a día?

Abramos un poquito el corazón. Si no sentimos pena, no lo sintamos. No estamos obligados a sentir nada por nadie, peor por desconocidos. Pero si estamos obligados a hacer de este mundo un lugar mejor. Así que cuiden sus bocas, traten de ser lo más amablemente posibles, porque quién sabe que la persona que se sentó junto a ti en la Metrovía está pasando por algo insoportable, te le portaste como un idiota y fue el detonante.

A cuidarnos. A mimarnos. A querernos y a buscar motivaciones los que pasamos por esto. Y los que no, a tratar de entender que no todos somos iguales, que todos tomamos caminos distintos y que no todos pensamos o sentimos lo mismo.


Hoy más que nunca les deseo que esa empatía la llevemos por dentro. Que el amor se despierte y que dejen de intentar cambiar a quienes juzgan. Hay verdades que solo se descubren viviéndolas.

15.6.17

... pero apunto a las estrellas

"Apunta hacia las estrellas", decías. La pasión que desbordaban esos grandes ojos, hacía que cualquier persona te admire... o entre en pánico. Sabías cómo mantenerte sin pestañear, parado erguido aún cuando todo a tu alrededor se movía. Temple, de caballero sin armadura. Tus miedos quién sabe cuándo y dónde los dejaste, porque vivías... con la furia y garra que a muchos les hace falta.

Hace poco recordé claramente cuando fuimos a una constelación familiar, empujados por la tía Piluca, siempre metiéndote con picardía a esos eventos que alimenten ese hambre de conocerlo todo. Yo reí... y lloré de la risa... y tú, sin quitarme la mirada de encima, también reíste... nuestras almas se comunicaron mucho más allá de las palabras, como sabiendo historias de otras vidas, probablemente en las que también estuvimos cerca.

Fuiste un maestro, y no solo de título. Sabías con certeza que los seres humanos no solo vinimos a pasar el rato, sino a descubrirnos... a crecer... a conocer... a vivir. Escuchar tus historias y tus enseñanzas, era hipnotizante. No solo sabías hablar, sino que eras capaz de conmover hasta a un témpano de hielo. Eras de los que pensaba que un último trabajo, no podía ser el último, porque podía ser perfeccionado. Demandabas a quienes te rodeaban que no se queden en lo que pensaban, que siempre metan más cabeza, que siempre metan más corazón, que siempre suban un escalón más, porque sabías que siempre había más por dar. Y es que así eras tú. Más que un excelente arquitecto, un artista... veías la belleza en todo lo que se te cruzaba, pero con esa sonrisa que tanto te costaba decías "puede ser mejor". Y con esa frase, muchos se impulsaron. Lograste abrir esa puerta de la mente que en muchas personas se mantiene cerrada... y una vez que se abría, sabías que no había retorno. Cambiabas percepciones, verdades... vidas.

Y fui una de las afortunadas. Y creo firmemente que en esta vida, no fue la única vez que me lanzaste un pincelazo a la cara. Me hacías saltar de cuadrado en cuadrado, hasta llegar al infinito. Me criticabas - a mí y a tantos otros - porque creías en mí. Dejaste tantas semillas plantadas en la mente de tantas personas, que me apena que no puedas verlo, pero me encanta poder ser testigo de lo que lograste. Hoy te lo digo, aunque a veces se me acorten las palabras por debilidades de mi corazón, eres el ser más sabio - allá disputen con mi abuelo - que conocí.

Hoy son dos años sin ti... y aún cuando paso por tu casa, siento cómo estás parado en el portal, guiándonos para ver dónde parquear. Aún recuerdo ese olor a cigarrillo mezclado con pintura que tenías, cuando llegaba a la oficina que tenías con papá, saliendo de ese estudio donde siempre un caballete estaba acompañado de sopletes o pinceles. Aún cuando preparo una sangría, recuerdo esos viejos y pillos trucos que tenías para que sin querer la gente siga tomando y emborrachándome. Aún recuerdo tu voz diciendo "Michelle, la guardia imperial muere pero no se rinde y tampoco se deja ver las costuras". 

Tengo tantos recuerdos atragantados en la garganta, que creo que si un día hablo sobre ti, no sé si me quedaría hablando por siglos o si los pasaría llorando. Siempre decías que mis escritos tenían mucha nostalgia... pues no he mejorado y menos aún cuando te recuerdo. Cuando te fuiste, algo en todos nosotros se fue... nos acostumbramos a tenerte cerca, un guardián de nuestras vidas.

Todos te extrañamos mucho, incluso papá siempre intenta sacar un recuerdo tuyo en cualquier conversación. ¡Qué vacío dejan las grandes personas! Puestos en la sala, en el comedor, en el medio de una conversación o de un trago amargo.

Te extrañamos... y sé que gracias a ti, toda esta familia apunta a las estrellas. Tal vez algún día en una de ellas, te logremos encontrar.

Un abrazo al cielo, mil besos llenos de pintura y un edificio lleno de aplausos porque fuiste, hiciste y viviste... con coraje... como viven los guerreros y caen los valientes.



Ojalá te llegue mi avioncito de papel. Hasta la próxima aventura, tío Robert.