10.4.14

... Pero aún estás, pequeño.

Te vi. Eras tú. 
Estabas tan lejos, sin embargo lo sabía: Nos habíamos reconocido en tantas otras vidas, en tantos otros sueños... Y estabas ahí. Tan inocente, tan lleno de luz que lo único que lograbas sacarme era una sonrisa que brillaba con el reflejo de tu mirada

Me ves caída, me levantas, me sacudes... Me haces escribir. Sabes que empecé por ti, porque nadie nunca me hizo perder el miedo a hacerlo, porque nunca nadie había creído en mí, como tú. 

Me inspiras, me llevas a cada uno de los cielos, me llenas de colores rojos, naranjas, violetas... Y tú, sigues siendo el azul al que siempre regreso. Tienes la fuerza para levantar mi alma luego de estar abatida por tantas batallas sin siquiera tocarme. Tienes la sonrisa que mi fuerza necesita para sobresalir. Tienes todo TODO lo que siempre buscaba... Esa alma noble, limpia, joven, incorrupta, magnífica y predominante. Y esos ojos... Esos ojos que abren las puertas a un alma capaz de hacerlo todo para todos. Ni un gramo de malicia, ni un gramo de rencor. 

Te vi. Estabas ahí entre la gente y me acerqué a saludar. Apenas nos reconocimos, sonreímos y seguimos adelante... Como si nada hubiera pasado... Como si esos abrazos no hubieran sido sentidos de tantas otras formas. Eres mi recuerdo favorito. Eres quien me hace escribir, y soñar, y volar, y creer. Mi príncipe azul, mi salvador, mi musa.

Te vi. Eras tú.

Eras tú... pero, desafortunadamente, esa última vez que te vi, no era yo...