Dios.
Eso es lo único que pienso.
Dios.
Y se me salen las lágrimas.
No, no lo pienso de manera católica, cristiana, judía,
musulmana. Solo lo pienso como esa palabra con connotaciones tan fuertes que
parece la única válida en momentos de incertidumbre, angustia y admiración.
Esto que nos ha sucedido es horrible y tengo la dicha – o la
desdicha – de que hace algunos meses atrás cancelé mi servicio de cable y hoy
no tengo acceso a la información pública... pero abrir mis redes sociales, ver cómo están
las cosas, ver cuánta gente sigue apareciendo sin vida… es devastador.
Sin embargo sigue siendo una mezcla de emociones.
La gente está sacando lo
mejor que tienen dentro. La disposición y la ayuda en vez de decaer se va
triplicando, los lugares de donaciones están atestados de personas, de víveres,
de agua, DE MENSAJES DE FUERZA. Estamos haciendo un trabajo de hormiga, cada
uno en su puestito realizando su trabajo. Gastando mensajes, megas, minutos del
celular, difundiendo, llevando, trayendo, volviendo a llevar, seguir buscando,
seguir intentando.
Con esto nos hemos dado cuenta de que somos personas hechas
de titanio. Que por más de que nuestros corazones sufran en silencio, por más
de que lloren cada noche, a la mañana siguiente a pesar de estar llenos de cansancio, temor y
angustia, volvemos a abrir los ojos con una voz que dice “saca fuerzas y
levántate para ayudar”.
Estamos en esos días en que no importa si nos dormimos
temprano, si nos saltamos una comida… días en los que hasta los “5 minutitos
más” al despertar ya ni siquiera importan, porque somos necesarios, porque
nuestras manos aún busca a 2,000 personas y porque necesitamos ayudar a los que ya
han sido encontrados.
Pero todo va cambiando… las donaciones van cambiando. Antes
pedían ropa, agua, comida… ahora aumentamos a formol, CAL y bolsas para
difuntos. Y eso es lo que hace que esto sea más difícil de digerir. Hoy, con
esas noticias, sentí cómo un nudo se apoderó de mi garganta… solo pude lanzarme
a mi cama por unos minutos y tratar de entender que esto es parte de un
proceso.
El tiempo y las circunstancias duras me enseñaron que la muerte no es solo un
final, también es un inicio.
Hay cosas que deben pasar porque es parte de su naturaleza – sin ironías –, todo es un ciclo.
Hoy estamos cambiando, hay muchas
personas que están afectadas pero que tal vez con todo esto, dejarán algo
atrás. Se enfocarán en entender que en cualquier momento pasan las cosas, que
debemos siempre estar preparados... tal vez… tal vez… tal vez y ojalá, este
también sea un inicio para que nuestro país refuerce sus construcciones, su seguridad y sus
evacuaciones.
Y así también espero que muchos de nosotros empecemos a apreciar
más a nuestra gente… ese man que te gritó en la calle, ese se llevó toda una
percha de agua para donar. Ese burro que se te pasó en la fila del supermercado,
ese está llevando donaciones a las ciudades afectadas. Hasta esa ex de tu
pelado, ella también se está quedando hasta la madrugada ayudando en los
centros de acopio.
Tuvimos un terremoto que agrietó los corazones de los
ecuatorianos. Tenemos una herida que sigue sangrando y, para curarla,
intentamos vendarnos los unos a los otros. Tenemos que entender que hoy no debemos
tener la fuerza para pelearnos entre unos y otros, que las cosas que están en
el pasado no deben interferer en nuestro presente, que lo que sea que hayamos
hecho, si hoy ayudamos, queda perdonado. Porque tenemos que enfocar toda
nuestra energía en sanarnos los unos a los otros.
Y por eso hoy nos consolamos, nos regalamos sonrisas amables en las calles, nos
abrazamos al conocernos e intentamos mantener la calma cuando sucede algo malo.
Se rompieron miles de paredes, se
cayeron miles de construcciones… pero la enseñanza es una sola: no importa
cuántas cosas se caigan, los ecuatorianos seguimos de pie.
Que la vida nos siga dando la fuerza que necesitamos para
que nuestro país solo quede con heridas suturadas con amor. Con nuestro amor.