11.9.12

... pero ¿nos volveremos a ver?

Entre risas y trabajo se escuchó el rumor sobre la noticia fatal. La realidad empieza a sentirse como una pesadilla con las ingenuas palabras que únicamente podían venir del alma en esa situación... "no puede ser" me repetía, como si con esa frase pudiera cambiar los últimos segundos. Tomé mi celular con las manos temblorosas y la mente cubierta de esa niebla que anteriormente había sentido... "no puede ser".

Llamé a mi madre, tal vez ella me dijera que no era cierto - sus palabras siempre suenan a que todo está bien - pero no contestó. Una vez, dos veces, siete veces. El que no haya atendido me confirmaba que las noticias no serían buenas. Mientras marcaba su número la mente empezaba a despejarse un poco y traté de concentrarme en las próximas llamadas que podrían cambiarlo todo.

Escuché la voz de mi tía diciendo "estaba a punto de llamarte" y empecé a sentir cómo una parte de mí iba comprendiendo que lo sucedido era real. Los ojos se me llenaron de lágrimas, la voz empezaba a perder su sonido y me dejé caer unos segundos mientras daba la confirmación de la noticia. "No puede ser", me seguía repitiendo... Salí, fumé, me tranquilicé. ¿Qué haces en este momento cuando sabes que en tu vida se perdió algo tan valioso como otra vida? 

Pasaron las horas tan cruelmente sin darme la buena noticia de que existiera alguna falsedad en lo acontecido... pasaron esas horas tan oscuras donde tuve que tragar tantas lágrimas que querían salir. Pasaron las horas recordando los pequeños momentos cortos y agradables en que pude conocerlo. Y llegué al final del día cuando mi madre fue a recogerme para ir a ofrecer mis respetos. ¿Respetos? ¿Qué respetos? Si lo único que quieres es que la vida te regale un milagro en momentos así.

Empecé a ver a una infinidad de personas por las que hubiera dado una parte de mi corazón simplemente para quitarles el dolor... todas esas personas que he sentido como parientes lejanos, pero siempre manteniéndose tan cerca. Sentí esa impotencia al dar un abrazo y no poder ofrecer nada más que un "lo siento" que parece tan irrelevante cuando quieres decir muchas cosas más... cuando quieres ofrecerles cambiar el pasado como si la vida lograra ser una máquina del tiempo. Sólo abrazos, sólo amor, sólo eso puedes intentar transmitir. Tomar una mano, ofrecer tu ayuda pero, al final, nada es importante. Nada, porque se perdió mucho más que una fortuna... se perdió una parte del corazón.

Y vestidos de colores homogéneos, despedimos poco a poco a esa mente brillante, a esa sonrisa magnífica, a ese que nos dio la oportunidad de aprender y de desafiarnos cada día más. Perdimos la oportunidad de decir cuán increíble era haberlo conocido y de pedirle al mundo más tiempo a su alrededor. 

Hoy ya no está...  pero sus enseñanzas permanecen aquí, entre los que pudimos conocerlo o trabajar con él, entre los que disfrutamos de madrugadas sin fin recorriendo canciones como carreteras únicas que nos llevan a la alegría total. Perdimos a un gran maestro, a un gran señor, a un gran amigo.

Si en algún momento debo creer en algo, quiero creer en que algún día me volveré a topar con él, entre las calles de un cielo o en las piscinas del infierno... sea donde sea, sólo quisiera creer que algún día nos volveremos a ver para compartir un nuevo vaso de whisky, la discografía completa de un grupo ochentero o las conversaciones literarias que poco podíamos entender.

Un abrazo al cielo, mi querido ex jefe... Siempre me dijiste que podía volver a trabajar contigo y hoy más que nunca me arrepiento de no haberlo hecho. 

Att.: La Rosa del Principito

10.9.12

... pero he perdido el tiempo

He perdido el tiempo para escribir y, con él, se han ido mis fuerzas para hacerlo. Me he vuelto una cobarde ante la batalla incansable de los personajes que me miran desde las esquinas esperando que me acerque a conocerlos. He perdido la vida de muchos anteriormente y, con ellos, he perdido la mía.

Este infierno se ha vuelto la personificación de la monotonía: 8 horas trabajando, 8 durmiendo, 8 huyendo. Cada palabra se empieza a adelgazar dentro de mi mente, las voces se han bajado su intensidad y las imágenes se han convertido en borrosos fotogramas de unos eternos desconocidos. No sé quiénes están ahí... no sé porqué me persiguen. En el fondo, creo que tengo miedo de conocerlos porque sé que son las sombras de lo que quisiera tener, pero me asustan... me petrifican. Me delatan.

Los he creado con cada una de las pocas fibras que me quedan de conocimiento. Los he creado... pero aún me falta creer en ellos.

Tal vez mañana... si no me asusto tanto (o si no me quedo dormida en el intento).