18.2.12

... pero te vi

En miles de sueños estabas ahí, incluso antes de conocerte.

Sé que eras tú... el problema es que tú aún no me sueñas. Tal vez tenga que esperar a que lo hagas.

Te mando un abrazo en el viento... o miles.

... pero ¿quién dijo que soy creativa?

Por cierto ¿quién me denominó "creativa"? ¿El título de la universidad?

No me lo creo... llevo 5 años graduada y aún no me como ese cuento.

... pero ¡qué difícil es ser Redactora Creativa!

El trabajo de una Redactora Creativa, termina resultando una camino contínuo lleno de trabas. Es maravilloso tener en cuenta la cantidad de palabras que conoces sin embargo, a veces, resulta que son muy pocas para poder expresar todo lo que quisieras. La búsqueda de inspiración empieza a resultar bastante fácil cuando comienzas a escribir lo que se te cruce por la mente en un minuto... a veces la encuentras en una canción, en otro escrito, en un cigarrillo o en una copa de vino. 

Resulta que cuando escribes te conviertes en un personaje. Te toca ser doctora, pintora, psicóloga, psiquiatra, profesora, prostituta, esquizofrénica, madre, hija, pariente cercano... todo. TODO. 

Empiezas a investigar no sólo los comportamientos del personaje del cual vas a escribir, sino que también empiezas a conocer los sentimientos. Empatía, le dicen. Problema, le digo.

Ponerse en los zapatos de otra persona empieza a resultar un problema personal. Intentas conocerlo todo, te desvías, te desvives. A veces termina siendo un romance con las descripciones de las emociones y a veces, como todo romance, termina creando una ráfaga de sentimientos oscuros que sólo te llevan a un hoyo negro por el que no sabes dónde salir. Me pasa constantemente que, cuando escribo, empiezo a hablar como mi personaje, a inventarme los diálogos en la noche, a mirarme en el espejo y actuar... y, de repente, ves cosas donde no debes verlas. Empiezas a perder el camino personal y cambias. 

Llegas a vivir todo el clímax de una historia que incluso, mientras la escribes, puedes terminar llorando frente a una pantalla o sonriendo por la picardía que te causa hablar de ciertos temas. Cambias. Es una especie de polimorfia donde no sabes si los sentimientos de tu vida real no son los que en realidad estás sintiendo o los está sintiendo tu personaje. Intentas descifrar todo y sólo llegas a una constante interrogación de quién realmente eres y qué realmente sientes.

Ser una Redactora Creativa es un problema... pero también es un gusto conocer a tantas personas que salen de mi imaginación... personas con las que, seguidamente, quisiera pasar muchas noches. Los zapatos a veces me quedan grandes, pero soy capaz de ponérmelos. 

No hay nada que me encante más que escribir. Ni siquiera el chocolate.

17.2.12

14.2.12

... pero me pidieron que lo escriba

Estaba ahí sentada en un columpio. Recuerdo las cadenas ya oxidadas por el tiempo y la humedad, su relajante chirrido que hacía en el momento que ponía al peso de mi cuerpo en línea recta, esa sensación de libertad y alegría, esos susurros que el viento le hace al cabello. Y el aire… el aire que se respira mientras el corazón se llena de adrenalina en el vaivén que realizas con las piernas.

Miraba mis zapatos, un poco sucios por el césped recién rociado por las nubes – me resulta bastante encantadora esa manía que tengo de mirarme los pies y moverlos como si corrieran en el aire, como si sintiera que uno de estos días le saldrían alas y empezaría a volar boca abajo por el cielo – el cabello suelto, revoloteando de arriba hacia abajo por la gravedad y mis manos, bien agarradas a las cadenas – por si acaso vuele, el despegue no podría ser tan brusco.

Mientras me columpiaba, llegó ella… mi maestra. Se sentó a mi lado con su mirada que mágicamente hace que abra mi corazón. No sé exactamente cuál es su poder extraño, pero logra sacar hasta el punto más pequeño que me perturba. Es la imagen del amor puro por la humanidad, esa mujer a la que abrazas y sientes que todo el corazón se recubre por un calor tan cómodo que quisieras echarte a dormir en sus brazos. Me sonrió como sólo ella sabe hacerlo – sólo pensar en ella me recubre el alma en este momento – y empezamos a conversar.

-    ¿Qué pasa, mi querida Michelle?
-    Lo de siempre… mi corazón.
-    Pero te veo muy bien.
-    ¿Sí? Porque no me siento tan bien…
-    Mira cómo te columpias…
-    Lo sé, es para dejarme llevar, no sé, olvidarlo todo.
-    Y ¿qué quieres hacer?
-    Volar…
-    Entonces, vuela…

En ese momento me atreví a mirarla nuevamente, le sonreí y tomé el impulso más grande que cogí alguna vez en mi vida y, cuando el columpio llegó al punto más alto, salté… y empecé a volar.
Recuerdo cómo su voz permanecía conmigo – sé muy bien que en los momentos difíciles, ella siempre está, protegiéndome – y me dirigía mientras volaba entre las nubes. Salté en un par de ellas, mordisqueé otras, incluso podía meter mis manos entre ellas y jugar a encontrarlas en ese espesor agradable. Estaba jugando como siempre soñaba hacerlo cuando me subía a un avión y miraba por la ventana. Veía como mi vestido naranja – ella siempre me dice que lleve ese color… a mí me da hambre – se enredaba en mis piernas por la rapidez y como, otras veces, se alzaba y yo simulaba ser Marilyn Monroe. Estaba olvidando todo… incluso regresar.

-    Mira hacia el frente
-    ¿Tengo que ir allá?

Logré divisar a lo lejos una especie de templo celestial. Podría incluso sentir cierta apatía por entrar en él – Dios y yo no hablamos hace mucho tiempo sobre asuntos importantes – pero qué más da. Tenía que enfrentar lo que me estaba pasando.

El piso de mármol desprendía el olor del shampoo con que lo habían trapeado, todo era muy blanco, demasiado para mi gusto, sin embargo las puertas gigantescas de vidrio con marcos color plata me producían el sentimiento de familiaridad y sencillez. Me quité los zapatos y vi mis pies – ¡volvía esa fascinación! ¿Cómo algo tan normal me hacía maravillarme y sonreír al hacer un pequeño baile descoordinado con mis dedos? – toqué el piso helado, me arreglé el vestido e hice para atrás mi cabello con mis manos pensando que lograría peinar al menos esos mechones que se colaban en mi cara. Me acerqué a la puerta, toqué la manija por tres segundos y la abrí.

El olor a sándalo entraba por cada espacio que el aire tocaba, recordaba esa canción que dice “Your skin smells lovely like sandalwood” y sonreí – esa canción fue una de las primeras que dediqué a alguien importante en mi vida, por la letra – y ese olor a valle, a hierba fresca, a montaña, me hizo sentir en casa. Me asombré al no ver altares – en mi mente, podía pensar que era una iglesia o, al menos, se veía como una – di un par de vueltas por el pasillo enorme que había detrás de las butacas de madera que brillaban. Tenía tantas ganas de bailar y darme una media luna aunque en realidad no sepa ni siquiera cómo era la posición de los brazos al hacerla… y lo vi.

Estaba ahí su pelo oscuro entre tanta claridad. Estaba silencioso, como rezando o pidiendo perdón… y ella me dijo “acércate a él, lo necesita”.

Titubeé al comienzo ¿cómo podía acercarme a alguien que me había hecho tanto daño en tan poco tiempo? Y ¿qué hacía ahí? Entonces empecé a dar pasos cortos, descoordinados, a veces incluso sintiendo que estaba retrocediendo, hasta que lo alcancé. Su mirada se encontraba fija en el techo, como si este lo estuviera regañando y, podría jurar, que vi sus manos empuñadas para no dejarlas temblar. Temblorosa, también, me senté a su lado.

-    Hey – dije con esa voz que suelo tener al hablarle a un niño, llena de amor y tristeza por no poder hacer nada.
-    Hey – me contestó, con la voz que suele poner cuando quiere agachar la cabeza
-    ¿Qué haces aquí?
-    Me perdí…
-    ¿Te perdiste? ¿hacia dónde ibas?
-    No sé – pausa – creo que me llamaste.
-    Sí… tal vez mi corazón te llamó… lo siento
-    No. ¿Qué pasó?
-    Tú pasaste. Tú pasaste y cosas me pasaron después de ti.
-    Cuéntame…
-    ¿Sabías que me enamoro de almas?
-    ¿Cómo funciona eso?
-    Inexplicable, en realidad. Es ver a una persona, ver su interior. Sus miedos, sus locuras, el amor que está dispuesto a dar y recibir, su tristeza, su felicidad con cosas simples… son miles de cosas que no se ven, hasta que las ves. Es como cuando oyes a un niño pequeño reír, reír mucho. Es sentir que el corazón se te hace pequeñito y luego, se ensancha con cada segundo que respiras mientras oyes la risa. Sé que es una tontería, pero me pasa… siempre.
-    ¿Te pasó conmigo?
-    Sí… contigo y miles de personas más. Me pasa que siento que todo el mundo idealiza el amor, lo ven como un algo maravilloso que te hace flotar… pero lo ven. No lo sienten. Estamos tan acostumbrados a creer que las películas lo saben todo o que los libros nos podrán guiar a ese sentimiento, pero nadie se da cuenta que está en todas partes; que sales de tu casa y te encuentras con una sonrisa sincera y ahí está… entonces, cuando te conocí, conocí a tu alma… y la amé.
-    Poco tiempo para amar…
-    ¿Necesitas tiempo para sentir? Creo que es una ridiculez. Es una emoción, instantánea. No necesitas planificar cómo amar a una persona, simplemente lo haces porque sí, porque lo sientes y no hay que pensarlo. Te amé, así, como eras, como eres. Te amé porque quise hacerlo y porque vi en ti algo diferente. Vi en ti una luz que no terminaba de alumbrar y quise tocarla. Cuando la toqué y brilló… me apartaste.
-    Sé que fue así – hubo una pausa y un par de respiros.
-    Te amo por quien eres, pero no puedo retenerte. Yo puedo volar y sé lo que es amar cosas simples en un instante. Me enamoro de la vida, me ilusiono con los momentos, pero amo, siempre. Tú aún no… y deberías aprenderlo. Sin mí.
-    Gracias…
-     Aquí y ahora te dejo ir, por tu propio bienestar y el mío. Yo te amo como eres y quiero que seas y hagas como tú quieras… yo ya no quiero que seas o hagas como yo quiero…

Y desapareció.

Un par de lágrimas brotaron de mi ojo derecho – es el que suele desprender lágrimas con facilidad – mientras miraba hacia la pared blanca que tenía en frente. Respiré un par de veces y entro ella.
Me acarició la cabeza con la yema de sus dedos, como suele hacerlo cuando quiere que me despierte. No necesitaba describirle cómo me sentía, ella tiene también esa magia de saberlo todo antes que lo diga. Suspiró y me abrazó. Después de un largo silencio y los abrazos llenadores, salimos hacia el cielo abierto, me atreví a quitarme las dudas y a ponerme los zapatos.

-    ¿Por qué vine aquí?
-    ¿No sabes qué es este lugar?
-    No… ¿debería?
-    Preciosa, este es tu corazón. Te da miedo enfrentarlo cuando lo ves desde afuera, te da miedo entrar en él y descubrir lo que tienes guardado… pero, cuando entras, ves lo mucho que disfrutas viviéndolo, enfrentando cada cosa que está ahí, reconectándote con la niña que vive ahí dentro, que juega y se deja maravillar por cada cosa. Todos tu amor está aquí dentro… y por más que a veces te sientas destruida, puedes ver que siempre se mantiene como nuevo porque, en cada oportunidad que se te presenta para amar, fortaleces los cimientos, lo limpias completamente para esa nueva persona que va a entrar y, por más que te hiera, tu amor no se acaba, no dejas que se acabe… porque sabes que un lugar tan lindo, no puede dañarse por personas que no saben cuidarlo.
-    Y si se van esas personas ¿volverán algún día?
-   Una vez que abres las puertas del corazón, nunca las cierras… eso es lo que tienes que valorar. El perdón te hace ser quien eres y podrás serlo mientras mantengas esa pureza que a muchos les hace falta. He visto lugares oscuros, construcciones viejas y sucias, pero es la primera vez que veo un lugar así… y es como cuando encuentras un lugar que te da paz… si te vas por decisión propia, siempre querrás volver.
-    No quisiera que nadie se vaya…
-    Pero no puedes retenerlos…
-    Lo sé… pero harán falta.
-    Algún día todas esas butacas estarán llenas de todas esas personas que se fueron. Eres fuerte y este lugar es perfecto. ¿Por qué crees que aún te busco para que vengas a verme?

Y me desperté.
 
Yo pensé que yo los buscaba... pero había sido todo lo contrario.

Nota: Esta historia es real. Es tan real como mis sueños. Fue una de las visualizaciones que tuve hace poco en una meditación. Esta mujer maravillosa existe y ella fue la que me dijo “escribe y publícalo”. Ella es la que me dio la fuerza para amar en los peores momentos y sobretodo me enseño a amarme a mí misma. Este hombre existe – está reflejado en todos los hombres que he amado. Y esta niñez también existe… a ver si algún día la encuentran en su interior y se dedican a dar amor. Por más que sientan que tocan fondo, que nada podrá sacarlos de ahí… el amor es lo único que puede dar el abrazo más sincero; enamórense de las almas porque, cuando estén solos y recuerden a esas personas que entraron en su “templo” (no los momentos vividos, sólo la imagen de la persona) harán que una sonrisa se dibuje en su cara… y no hay mayor tranquilidad que una sonrisa en los momentos más duros.
Los amo… aunque no los conozca.

13.2.12

... pero te mando un abrazo

Quisiera darte un abrazo que te llene el alma. De esos que suelo dar por impulso... simplemente lanzarse al cuello y abrazar fuertísimo. Mis impulsos de niña podrían seguir metiéndome en problemas... pero es lo más sincero que tengo ahora. 

Un abrazo. De gol, de niña, de felicidad, de corazón :)


12.2.12

... la carta que nunca llegará (al menos no esta noche)

(esto de temblar al escribir, se está haciendo una costumbre bastante fastidiosa).

Todo el último año pasé huyendo de hombres que intentaban salir conmigo. Nadie me interesaba lo suficiente como para arriesgarme a perder el control sobre mí misma. No sé exactamente qué tipo de magia pudo haber tenido él, pero lo logró en muy poco tiempo. Y eso fue desde las últimas veces que lo vi... no podía evitar sentirme tan atraída hacia él. Recuerdo tan bien en aquel momento en que luego de un abrazo de saludo se quedó con mi mano y yo empecé a temblar. Creo que esa noche le dio paso a todo lo que prosiguió.

Hace un mes comenzó todo... un mes exacto. ¿Quién diría que un viernes 13 podría traer tanta suerte? - al menos suerte momentánea. 

Recuerdo haber llegado a su casa. No sé si él habrá notado la fuerza con la que mi cuerpo temblaba. Eran nervios ¡horribles! Podía decir que era frío... pero no temblaba el cuerpo completo... sentía que temblaba por dentro. Era súper raro sentir casi que el corazón está dando saltos y hace que todo tu cuerpo sienta un nerviosismo indescriptible, no podía ni hablar. Tal vez eran señales que debí reconocer antes. Había mentido en casa por estar ahí y, al verlo, sabía que cada mentira que pude haber inventado valía la pena. No puedo recordar exactamente cómo pasó, incluso puedo decir que lo que estábamos viendo era lo menos interesante en ese momento... estaba tan atenta de lo que podía pasar, de mis movimientos, de que no se note lo nerviosa que estaba. En realidad no quería pasar por idiota... pero es como cuando quieres que pase algo tanto, por tanto tiempo y al fin lo logras. Ese sentimiento, es increíble pero al mismo tiempo, aterrador. Es a lo que llamo "el miedo rico". Creo que fue lo que me pasó con mi primer novio, algo muy parecido... pero esta vez pude ver que era más real y largo.

No puedo negar que él se encargo de hacerme sentir bastante cómoda, incluso puso un par de cosas para hacerme reír - la risa dispersa al miedo - y logré dejar de pensar y dedicarme a vivir lo que estaba pasando. Él creo que no se daba cuenta de la admiración que le tengo, sin embargo trataba de enlazar frases que me hagan asustar ¿todos tenemos esa tendencia de gritar de alguna forma "huye mientras puedas"? Pero yo no quería. Nunca quise. Me interesaba demasiado como para pensar por un segundo si quería o no estar ahí. Fue cuestión de un beso para saber que no tenía ganas de moverme de su lado, e intentaba estirar el tiempo de las maneras más estúpidas, pendiente de la hora, calculando el tiempo que me quedaba; calculando cuántos besos entraban en un par de horas. Estaba completamente idiotizada por su voz al hablarme ¡qué bien se sentía haberme arriesgado!

Esa noche llegué a casa con el único pensamiento "pasó lo que tenía que pasar, no esperes nada más" y de repente me llega un mensaje de él preguntándome si todo estaba bien. ¡¿Por qué?! Todo hubiera sido perfecto si nada más se quedaba esto en conversaciones esporádicas, en encuentros casuales. Pero no. Empezamos a hablar más seguido y la verdad es que me sentía tan bien. Que él esté cerca y que pueda sentir que pensaba en mí, hacía que todos mis miedos se vayan. En algún momento habló de ciertas cosas que se veían futuristas y, la verdad, me asusté muchísimo más. Siempre he tenido ese problema con respecto al compromiso. No sé exactamente porqué... creo que es porque en realidad todas las personas me han fallado en algún momento y no confío en un "estaremos juntos". Hubiera preferido que el destino me sorprenda... y lo hizo. 

Nos volvimos a ver la siguiente semana. ¡Qué emoción de nuevo! Poder dejarme caer en sus brazos ya sin miedo. Poder besarlo sin tener que pensar en nada. Pero qué error, no fue así. Pensé demasiado. Mi inseguridad salió a flote. Me volví vulnerable y empecé a abrirme. El error fue abrirme más de lo que él podía aguantar en ese momento. Le mostré mi lado débil y no lo tomó bien. Sabía que era algo que no debía mostrar, sabía que tenía que mantenerlo en reserva, pero por andarme ilusionando con pensar en que no era un juego, dejé salir a la niña insegura que tengo dentro. La que siempre tiene miedo de que le hagan daño... Y entonces todo cambió. Pretendí ser fuerte en ese momento, hacer como que las cosas no me importaban y que todo iba a estar bien, pero al ver que él había dejado la comunicación a un lado, perdí el control sobre mí. Empecé a pensar en qué había hecho mal, pero quise (y quiso) convencerme de que todo estaba en mi cabeza, cuando en realidad no era así. Había cambiado. 

Perdí el control las siguientes semanas. Perdí totalmente el control al ver que se estaba alejando sin explicaciones. Hubiera sido tan fácil sentir que no habrían más oportunidades desde el primer momento, pero tal vez por no querer hacerme daño o no perder las esperanzas, lo mantuvo en silencio y trató de aguantar. El problema es que ni yo misma me aguantaba y él no tenía porqué hacerlo tampoco. Un buen "carajazo" hubiera servido. 

El problema surgió cuando me empecé a dar cuenta del pasado, del tiempo que llevaba interesándome, de lo mucho que lo quería conocer y de cuánto quería llenar ciertos vacíos que sentía en él. Puede ser que me haya equivocado, tal vez él está completamente lleno por dentro y yo intentaba darle más de lo que tenía. Empecé a pensar en que debía saber que yo estaba ahí, pero lo hice de las maneras más incorrectas, buscando que él también esté aquí para mí. Quería contarle que las cosas en mi trabajo no iban bien, que me estaba sintiendo mal, que necesitaba hablar con alguien (y claro, ese "alguien" era él). Necesitaba saber que no era culpa mía que todo se esté drenando por el caño y no me di cuenta de lo egoísta que estaba siendo, simplemente por no tener que andar con mis propias incertidumbres.

Al final, se cansó de tener que lidiar con mis preguntas. Creo que la forma en que yo las hacía y él las tomaba no estaban sincronizadas. Él las tomaba como un reclamo y yo las intentaba decir con las mejores intenciones, pero claro... por medio de mensajes estamos siempre expuestos a la forma en que el receptor quiera tomarlos. No existen expresiones o tonos de voz que ayuden... pero no tenía más formas de decirlo. Esa es mi excusa probablemente. Al igual que las de unos mensajes que yo no escribí... pero eso ya es cuento de otra historia.

Sé que fui totalmente controladora cuando no debí serlo... cuando no tenía el derecho. Me dejé llevar por consejos que nunca debí seguir, por sueños que tenía recurrentemente, por miedos e inseguridades que sólo son cuestiones mías de resolver. Ahora que lo entiendo, ya es bastante tarde. El problema es que me quedé con tantas cosas por decir, que se me parte el alma cada vez que lo veo conectado. Quisiera tener el valor para borrarlo, pero no puedo ¿cómo podría borrar a alguien que considero importante? ¿a alguien que considero que vale la pena? Puede ser que esté bastante equivocada y más aún, bastante desesperada por poder dar explicaciones que él no me ha pedido... que, es más, sé que no le importan. 

Quiero pensar que en el futuro todo va a estar bien, que sus últimas palabras fueron porque lo cogí en un mal momento, harto de todo (incluyéndome a mí), que de repente un día me escribirá y que, sin ningún tipo de resentimientos, podremos hablar. El problema fue que lo empecé a querer y me ilusioné con ideas de lo que podía llegar a ser. Pero ya, en este punto donde sé que no hay vuelta atrás, simplemente me pregunto si estará bien. Necesito saberlo, sin embargo sería uno más de mis egoísmos volverlo a atacar con mensajes que no me llevarían a nada más que un bloqueo completo de su vida (si es que aún no lo ha hecho).

Lo siento. Siento haberme descontrolado y de alguna u otra forma haber dañado lo que podías pensar de mí. Siento haber perdido la cabeza por mis inseguridades, llevándote a un punto de fastidio. Siento haberte presionado, cuando lo que necesitabas era espacio. Siento no haberte dicho las cosas cuando tuve la oportunidad de hacerlo. Siento no haber sido fuerte. Siento haberte decepcionado... porque sí, eso siento, que te decepcioné. Creíste en mí, pero yo no creí en mí misma. Ojalá algún día pueda volver a darte un abrazo y sentir que aún hay un pedazo de mí en ti, porque te has llevado bastante de esas esperanzas y ganas que tenía de enamorarme de alguien que valga la pena. Y ojalá algún día podamos volver a hablar, aunque sea como amigos... aunque en este punto ya estoy dudando de todo. Sólo quiero volver a encontrar paz en mí, para no seguirme levantando con la culpa de que dañé algo que pudo ser, bueno o malo, pero que pudo ser. 

Y siento escribir esto... es la única forma en la que puedo hablarte sin tener contacto contigo.

Un abrazo al alma.


9.2.12

... pero... (suspiro) nada

Ese sentimiento que no es agradable.
Ese saber que no puedes hacer nada, cuando estás acostumbrado a manejar todo lo que más puede.

No está bien extrañar a alguien. No sus partes... ese alguien, completo.