26.8.17

... pero cruzamos miradas...


Cuando te despiertas un día y te preguntas “¿dónde estoy?, ¿quién soy?, ¿a dónde quiero ir?”, sabes que tu vida ya cambió de rumbo. Que aceptaste el pasado. Que lo dejas atrás. Y que es hora de perderte… porque es la única forma en que te lograrás encontrar.

Transcurridos algunos días, te pones emocionalmente inestable… ríes sin parar, sonríes por las mínimas cosas que te suceden… te sientes feliz. Sin saber porqué… te sientes radiante. No importa si estás despeinada, con la peor vestimenta, con el maquillaje corrido… hay algo en ti que te hace brillar. Y quién diría que es la propia vida susurrándote “estás cerca de encontrarte”.

Y así… llega un día que te dicen para salir y tú respondes un “¿por qué no? ¡vamos!” y vas… tal vez en el fondo un poco bajoneada porque sentiste que iba a ser un día cansado, lleno de cosas que hacer, llena de gente que no conoces, más que tu hermano y un par de amigos a tu lado… pero no importa. Vas a conocer algo más del mundo y te entusiasma la idea de socializar, de conocer un poco más de cultura, de apreciar el arte y de bailar al ritmo de cualquier canción.

Llegas al lugar. Un tumulto de gente entrando y saliendo… y tú, concentrada en tu camino. No miras a nadie, solo intentas no separarte del grupo y hacerte puesto entre la multitud… sigues avanzando, escuchas la música de fondo, escuchas aplausos, stomps en el piso, empiezas a menearte un poco mientras sigues buscando tu lugar. Y, de repente, una vocecita interna te dice “mira hacia arriba, mira a la gente”… y en un segundo, todo cambia.

Hace meses conociste indirectamente a alguien. Te habían hablado de él tantas veces, te habían recomendado conocerlo, es un buen chico, es guapo, hace esto, hace aquello, le han roto el corazón.

Y a él también le habían hablado de ti. Probablemente lo mismo, probablemente algo más. Así que se contactan virtualmente, pero con una interacción casi nula… conversaciones trascendentales. Likes van, likes vienen. Pero nada concreto. Así que los dos siguen con sus vidas.

Pero llega ese segundo… ese mínimo segundo donde, en medio de la multitud decides hacerle caso a tu intuición y mirar hacia arriba. Y cruzas miradas con un extraño – o al menos lo que pensabas que era un extraño – y te sonríe. Es él.

Dentro de tantos encuentros se habían escapado por cosas del destino, porque tal vez aún no era el momento… y hoy lo fue.

Se acerca, te mira con esa transparencia que solo tienen las personas sinceras, te abraza, te sonríe nuevamente y se dicen “¡qué lindo ya conocerte!”. Esa interacción de menos de un minuto, era lo que el presente te estaba guardando. Algo que no se te hubiera cruzado por la cabeza. Ese encuentro que esquivaron, hoy el destino dijo “no más”. Y no fue más.

Se despide con un gesto tierno sobre tu espalda, con un abrazo fuerte y una sonrisa enorme. Y no se vieron más.

Hoy, sin querer, conociste a este hombre y, aunque las probabilidades son muy pequeñas… hoy, de alguna forma, cambiaste.

Es impresionante cómo en un segundo cruzas miradas con alguien y, ese mismo segundo, cambia tu vida.

Como en un segundo, cambió mi vida. Porque las cosas no suceden por coincidencia... porque la vida te pone las cosas en frente solo cuando estás lista para recibirlas. Porque cuando sigues mirando hacia el pasado, nada del presente te interesa.


Somos ciegos por pasados inconclusos... y no nos damos cuenta de esas miradas que nos buscan, en medio de la multitud, en medio de la bulla, en medio de los problemas; esas miradas que nos buscan, para cambiarnos la vida y decirnos "ahora sí estás lista para ver todo eso que quieres recibir".

El presente siempre es oportuno y generoso. No lo desperdiciemos viendo hacia personas que ya nos dejaron atrás. 


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