8.3.17

... pero qué lindo escribir sin filtros.

Dicen que cuando logras hablar sobre alguien sin que la voz no se te quiebre o te tiemblen las manos, que ya lo has logrado superar.

También dicen que cuando escribes sobre alguien, lo inmortalizas.

¡Qué equivocada está la gente, a veces!

Pero bueno, hablando de catársis y ya que hoy me encuentro sin filtros que midan mis palabras, voy a hablar. Voy a decirlo todo. Voy a decir todo lo que me he estado aguantando de decir por miedo, por no confrontar, por no querer aceptar la realidad de lo sucedido.

¡Qué lindo que es cuando comienza todo el jugueteo del amor! Cuando empiezan los roces sin querer, los besos pequeños en algún lugar desprevenido, las ganas de ver a esa persona, el saber cuándo nos dirá para vernos de nuevo. ¡Qué lindo! Y qué triste que yo me salté todo eso con él. Porque lo permití, por impulsiva, porque así soy y después ando queriendo arreglar el pasado.

Y sí, eso pasó. De repente estaba saliendo con aquel que parecía el hombre que siempre había esperado… cariñoso, atento, detallista, preocupado por todos los que me rodeaban, aparentemente feliz… aparentemente.

Conversar con él era tan divertido. Habían días en que no quería que nuestras conversaciones terminaran… que nuestros momentos se acaben. Pero bien dicen “be careful what you wish for”. En menos de un mes un accidente, un robo y ya tenía a alguien viviendo en mi casa. (WTF! Yo solo me quería enamorar, no empezar a formar un hogar de la noche a la mañana).

Empecé a sentir cómo un, aún extraño, se metía en mi casa, en mi vida, en mi tiempo. Si, claro que la pasábamos hermoso… pero todo era tan abrumador y rápido que mi cabeza decía “¿Qué pasó?” y mi corazón decía “¿no debería estarme enamorando ya?”… y así, intenté empezar a cambiar el pasado. Empecé a poner límites, a tratar de cuadrar mis tiempos, a esforzarme en tener detalles para que mi corazón se vaya apresurando a sentir algo… y no… al corazón no se lo forza. Él sabe mucho más.

Y de repente empezaron dramas… dramas del pasado. Fantasmas que nos seguían. Desconfianza, lo cual era totalmente absurdo porque BÁSICAMENTE VIVÍAMOS JUNTOS y solo pasábamos vagando como una pareja en luna de miel… y yo no quería luna de miel. Yo quería enamorarme. Yo quería enamorarme.

Cada vez que algo pasaba, trataba de aguantar… de respirar, de alejarme un poco para no tener que estallar con él encima mío todo el tiempo… escapaba. Claro que escapaba. No tenía más salida. Me agarraba de cualquier momento en el que tenía que hacer algo para poder respirar. ¿Han agarrado algún pez con sus manos tan fuerte que se les resbala? Creo que esta sería la analogía más perfecta.

Él intentaba desesperadamente tenerme entre sus manos y yo, slippery fish, solo me resbalaba cada vez más y más…

¿Y mi corazón? ¿Ese qué decía? Ese decía “tranquila, es un buen chico… te ama… sus necesidades vienen de un lugar tan puro como el amor… tú puedes manejar esto, tú puedes ayudarlo porque tú ya fuiste así… tú puedes”. Y con lágrimas cada noche rezaba y decía “yo puedo”. Pero no podía. No podía. Y no podía.

Y me daba rabia conmigo misma.

“Michelle, toda la puta vida has pedido a que llegue alguien como él. Guapo, atento, cariñoso, que quiera dedicarte el tiempo suficiente… y te quejas”…

Juro que no me quería quejar. Juro que lo quería aceptar tal y como era. Juro que en el fondo lo empecé a amar.

Pero se fueron forzando tantas cosas. Él sentía que yo fallaba, yo sentía que él me ahogaba ¿quién tenía la razón? Nadie. Nadie la tiene nunca. Nadie tiene la razón hasta que los dos ponen de su parte y se resurge. Esa es la única razón verdadera que debe haber al amar.

Y en vez de resurgir, nos separamos… como pelea de niños. Con pataletas. Con “mira, mami, lo que me hicieron”, “mira, mami, que me rompieron el corazón”, “miren todos, me trataron mal y ahora me duele”.

Y es verdad… los dos lo hicimos. Por muy madura que intenté ser, caí en la trampa de seguir un juego del que hace mucho tiempo me retiré. A veces es la pasión… a veces el ego.

Intenté cambiar las perspectivas. Intenté aplicar – tal vez un poco tarde – todo lo que venía aprendiendo sobre mí. “Los problemas son escenarios que la vida te pone para que trabajes en tus fallas, no en la de los demás”. Me hice responsable. Me paré firme y dije “te amo y voy a luchar por ti”. Lo dije cuando más sentía que lo amaba, probablemente porque ya lo estaba perdiendo. Pero no importaba, nunca es tarde para corregir un error.

Entonces me puse mi armadura, encerré a mi corazón en amor incondicional, dije “esta vez voy por el todo”. Quiere casarse, bueno, nos casamos. Quiere que ya no sea fría y distante cuando algo me duele, bueno, buscaré la forma de solucionarlo. Quiere, quiere, quiere… bueno, bueno, bueno. Acepté todo. Estaba dispuesta a aceptarlo todo y a manejar todo lo que venga con amor.

Y él se había transformado. La persona aparentemente alegre, ya no era alegre. Era cruel, era duro, era malo con los demás… hablaba sin filtro (como yo ahora), hablaba para herir, hablaba para atacar… siempre con una respuesta directa, cortante y que lograba desvanecer mi deseo de seguir.
Me encontré que en la batalla por salvar algo estaba sola… porque mientras yo trataba de solucionar las cosas entre los dos, él las exteriorizaba… tal vez por aprobación, por ego o por dolor. No lo juzgo, tal vez era lo que yo necesitaba para darme cuenta el dolor que también le causé algún día… y me rendí.

Me encontraba batallando por salvar a mi príncipe y, cuando me daba cuenta, era él mismo quien lanzaba las flechas a matar. Y me morí… porque vi que todo lo que al final había amado de él… ya no estaba. Todo el dolor lo había acumulado y lo llevaba con furia como una coraza.

Ahora entiendo que debo ser más paciente, que cada cuál tiene su forma de enfrentar su dolor, su ira, sus penas. Que cada capa de protección que alguien se crea no es para protegerse del dolor, es para protegerse de sentir que alguien al fin está ahí, dispuesta a todo, incluso con el corazón titiritando de miedo. Y Dios sabe el miedo que tenía. Miedo a que se repita la historia, a no llenar sus expectativas, a no ser lo que él quería que fuera… cuando en verdad solo debía preocuparme por ser quien yo era.

Una persona, cuando ama, busca un complemento, no busca la felicidad. Nadie puede cargar con el peso de “solo tú me haces feliz” porque no puedes ser la razón por la que esa persona quiera levantarse cada día o hacer algo con motivación. La felicidad debe estar dentro de cada uno… felicidades sin máscaras, sin prejuicios, con moral. Felicidad de dar todo lo que puedas, sin el fin de recibir lo que demandas.

El amor no condiciona, pero tampoco espera hacer cambiar a otra persona para tu bienestar. ¿Quieres que algo te haga feliz? Busca siempre qué debes cambiar de ti para sentirte pleno ¿Quieres que alguien te haga feliz? Déjalo ser, no intentes cambiarlo. Nadie que cambie sin un proceso real e interno de transformación será feliz NUNCA.

Hay personas que tienen el ego muy grande. Que se ríen de los demás. Que buscan hacer pataletas en medio de un centro comercial para llamar la atención y que luego te buscan porque sin ti, las pataletas se acabarían ¿Quién me va a aguantar la pataleta si no estás tú? No hay persona, no hay pataleta.

Yo no fui la persona correcta. Y definitivamente él tampoco lo fue.

Y al fin cuento esto sin una sola lágrima más. Con dolor, con un poco de ira, con un poco de compasión… pero sin temblar, y ya sin miedo.


… Y dicen que cuando escribes sobre alguien lo inmortalizas. Personalmente me pasa lo contrario… cuando escribo sobre alguien, normalmente lo mato.

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