13.3.17

... pero le atraen los vacíos.

Siempre he sabido que mi niña interior es impulsiva y por eso, a veces, no me percato a dónde se me ha ido. 

A veces se esconde tras los árboles que ve en las carreteras. Otras, se mete al fondo del mar mientras la miro desde la orilla. Y unas cuántas, se lanza en un parapente que cruza por las nubes. 

La conozco. Ella aún no se controla... y definitivamente, su lugar favorito para explorar, son las excavaciones.

"Mira... ahí hay un huequito..." dice entusiasmada cuando ve un corazón con una fuga.
- "... espérame, que lo voy a arreglar." 

Y así, sin poder decirle que no a tiempo, se amarra una soga a la cintura, se pone un casco con una luminosa linterna, se pone una mochila vacía sobre los hombros y se adentra en los lugares más oscuros del corazón de una persona. Ella nunca tiene miedo de lo que va a descubrir.

- "Aquí hay una fisura del corazón..." me grita desde el fondo "lánzame la cajita con agujas e hilos... ¡que lo vamos a suturar!". Y yo, confiando en que su trabajo es impecable, se lo lanzo. 

Ella empieza a coser, con la lengua un poco afuera, tratando de ser lo menos invasiva y más precisa posible... hasta que termina. 

- "¡Lo tenemos, Señor Corazón! Veamos qué más le hace falta". Mientras guarda todos los implementos en su mochilita de exploración.

Luego sigue caminando por rincones oscuros y de repente...

- "Acá... acá hay un miedo. ¡Rápido! Lánzame un bote de pintura, de esos que tienen los colores del arcoiris". Y yo, confiando en su alegría, se lo lanzo... y, aunque me preocupa, sigo alentándola desde arriba. "Vamos, nena, termina pronto".

Oigo sus ecos al cantar "I got sunshine on a cloudy day..." (escuchar: https://www.youtube.com/watch?v=6IUG-9jZD-g)  y sé que está empezando a dibujar los más lindos paisajes sobre sus miedos. Agudizando su voz que aún no termina de definirse, sin saber incluso algunas palabras de la canción se las inventa... y canta. Canta como solo a ella le encanta cantar, moviendo la cabeza de un lado al otro y con una sonrisa.

Al terminar, tararea un poco más la canción mientras sopla un poco sobre la pintura para que se seque pronto.

Y de repente, encuentra lo que siempre intento que no aparezca...

- "¡Ay!... aquí hay un vacío, un dolor".
- "Pequeña, ¿estás segura que lo quieres llenar? ¿No podemos dejarlo para después?". Le grito, temerosa a través del vacío.
- "Hay que intentarlo, tenemos que intentarlo". Y mi manos tiemblan. Quiero lanzarme a salvarla. Quiero evitarlo. Pero ella... ella es más fuerte que yo. Y sabiendo que ahora necesitamos cemento de contacto, lijas, maderas y clavos, se los lanzo. 

Hay silencio. Hay un largo silencio...

Y más silencio. Siempre pasa que al curar esos vacíos desde tan dentro, ella se queda atrapada en el corazón de los demás. Es ahí cuando empiezo a escucharla muy a lo lejos...

- "¿Me ayudas?... Creo que me quedé encerrada.

Y yo, con todos los miedos que tendré que enfrentar al entrar al corazón de alguien más, sabiendo lo que tendré que destruir... ella está atrapada... y debo rescatarla. 

Empiezo a bajar hasta llegar a ese corazón. Empiezo a poner mi oído cerca de la superficie para ver de dónde salen sus lágrimas. Empiezo a hacer huecos para sacarla, destruyendo a veces lo que ella construyó.

- "No puedo respirar" escucho muy dentro.

Me empiezo a desesperar. No sé qué hacer. Y cojo una pala y empiezo a cavar, a golpear, a gritar, hasta que logro abrir ese oscuro vacío nuevamente y la saco. Ella termina así siempre. Desgastada. Pálida. Casi muerta. Y me toca revivirla con dulces y canciones. Con las cosas que ella ama.

Una vez que está conciente nuevamente le digo lo que siempre le repito: 

- "No necesitas salvar a todo el mundo. No necesitas llenar vacíos. Si hay un vacío es porque hace falta felicidad... y si falta felicidad, tratarán de llenarla contigo. Y te encerrarán, y te asfixiarán y si, un día no tenemos fuerza, podrás desaparecer".

Ella parece entenderlo muy bien. Y al cabo de unos días regresa a su vida normal. Se compone, regresa su felicidad, su baile, su canto, sus dibujos en las nubes... pero un buen día, vuelve a encontrar a una persona que sufre y regresan sus ganas de arreglarlo todo.

Y es que así son nuestras niñas interiores. Ellas no saben de rencor, de dolor, o de maldad. Ellas saben construir, arreglar y hacer felices a los demás... el problema es que a veces, por impulsiva, se mete en grandes vacíos de corazones egoístas que no la quieren dejar salir, que prefieren asfixiarlas cuando ellas van dando de poco a poco... tanto como sus cortas piernas y pequeñas manos puedan abarcar. Pero se desesperan, quieren todo para ya... y ellas solo están tratando de hacer a alguien feliz, llenar su corazón de cosas lindas... pero les reclaman, las abusan, las aprisionan.

Ahora último pude salvarla del corazón más oscuro que conoció. Este sí que le dolió volver a superar... ella me decía "quería estar ahí, quería hacer lo mejor... y solo veía cómo una sombra grande me empujaba hacia los rincones y me hacía sentir tan inútil... y yo le ofrecía chupetes, de esos ricos que suelo tener en mi bolsillo... y el apagaba la luz y se iba".

Nunca en su vida estuvo tan asustada. Pensé que al fin pararía. Que al fin entendería los peligros de sus impulsos... pero esta noche, conversando me dijo "no voy a parar. Sé que algún día podré arreglar un corazón de una manera tan perfecta que quien lo tenga, nos lo agradecerá y nos dejará ser el equipo que queremos ser". 

Y ella tiene más razón que yo. Porque su inocencia sigue siendo su arma más poderosa, más noble... y esa sí que es valiente. Y yo la apoyo.

Les contaré cómo nos va cuando nos encontremos con un nuevo corazón.


Los amamos. Mi niña y yo.

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