7.8.13

... pero es mi escenario

Está en esa esquina oscura de su mente, donde las estrellas fugaces ya han cumplido los deseos de otros y los medicamentos para el insomnio no surten efecto. De repente sale, desde las sombras, una luz ensordecedora que se multiplica mientras se oye el aumento de palabras y voces.

Se reúnen ahí, cada noche, intentando convencerla de que escriba. 

Ella no quiere. 
No puede. 
Quiere callarlas, que no estén más. 

Van aumentando las luces, las voces empiezan a decir palabras que salen de su propia boca, pero ¿cómo lo logran?. “¡Ya cállense!” dice, aún temerosa de lo que pueden hacerle. No las ve. No están ahí… pero las conoce y sabe que la invaden. Intenta que sus manos no se conviertan en sus juegos. Intenta ocuparlas en algo diferente. Pero sus impulsos y ellas… tiene que detenerlas.

Entonces se sienta, a media luz, con la cabeza hecha un enredo de diálogos y, tronándose los dedos antes de empezar, posa sus manos sobre las frías e indiferentes teclas. Y es ese lugar, ese momento en que se rinde, dejándose llevar y  a veces, sólo a veces, brota de sus manos algo que ha merecido la pena escribir.

Este lugar es lo que ella nunca quiso que se convierta: la voz de ellas.

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