19.6.11

... pero el amor engorda

Parada frente al espejo, sabía que algo había cambiado en mí. Un poco de arrugas bajo los ojos, un leve corte en la mano izquierda que me hice al tomar un papel, un par de montañas que han tenido un deslave y miles de cicatrices que crean un mapa en mi abdomen... pero no, no era eso.


Pensé, por un momento, que tal vez sería la falta de una rasuradora en los últimos dos días; en otro, que sería el síndrome premenstrual expresándome su pronta llegada... pero tampoco. Me sentía más liviana.


Me vi, me sonreí incluso para ver si había perdido algún diente; me removí el pelo ondeándolo de un lado a otro por si se estaba cayendo. Miré mis manos por si había alguna uña rota, me di la vuelta para ver si mi espalda se había encorvado, mis rodillas por si habían desaparecido algunas pecas. Incluso intenté ver dentro de mis fosas nasales por si existía algún invasor en mi aire.


Nada.


Me senté sobre el mesón del baño, aún mirándo mi reflejo "este espejo miente. MIENTE." pensé. Y vi la balanza en una esquina abandonada "esto no miente" pensé nuevamente.


Me pesé. Siete libras menos ¡qué maravilla!, pero no me sentía tan maravillada en realidad. Sentía que había perdido sin querer alguna parte de mi cuerpo, algún órgano que se había desintegrado.


Me miré y reaccioné. Eran lágrimas, era amor, eran silencios. Eran fuerzas que había perdido en el camino, responsabilidades que llevaba sobre mí cuando no me correspondían y desilusiones que había arrastrado por mucho tiempo. Era todo lo que antes cargaba dentro de mi cuerpo y, ahora, ya no guardaba más. Era aquello que mal llamamos "amor" y termina definiéndose como un suplicio.


Me miré. Me vi. Me descubrí. Pero no era yo.


Al menos no la yo que conocía hasta que decidí sacarte de mi vida... ésta me gusta más.




¿Quién dice que el amor no pesa? Yo me quité siete libras de encima por soltarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario