29.1.12

... pero recuerdo


Encontrarme con una actualización de estado en una red social recordé, primero, su nombre. Era de esos nombres que hasta el día de hoy me persigue, como si mi destino me dijera “vas a terminar con uno llamado así”. Y volví a esa historia que aún me cuesta olvidar.

Era muy pequeña cuando lo conocí. Probablemente tenía unos 14 años y viví, por primera vez, la intensidad del amor no correspondido. Lo conocí dentro de un cine, con su uniforme de educación física y yo, con el mío. Habíamos quedado en salir en grupo de amigos y fue bastante agradable. No puedo recordar la película que daban aquella tarde, estaba demasiado concentrada en esa primera salida juvenil que marcaba el campo abierto para las relaciones inocentes.

Mi mejor amiga estaba enamorada de su mejor amigo y, claro, ¿qué más quedaba que ser la alcahuete? Era un tipo popular en mi colegio, a pesar de que no estaba en el mismo y no porque haya sido guapo, sino porque pertenecía al grupo de los guapos. Me lo presentaron y desde ese día quedé muerta por él.
Su cuerpo era bastante ancho y alto. Era el real “big and tall”, pero de una forma muy agradable. Tenía una cara de osito de peluche con una sonrisa deslumbrante. Me encantó la primera vez que lo vi sonreír (que no era muy a menudo).

Y descubrí sus ojos. Cafés, pequeños y tristes. Podía ver en él la necesidad de sentirse tomado en cuenta y yo queriendo tanto darle atención. Pensaba que se enamoraría de alguna de mis amigas – siempre me pasó que yo era el patito feo – pero no. No estaba enamorado de ninguna. Para él simplemente eran sus amigas. Fue cuando decidí acercarme a conocerlo más y más, y que me conozca como soy.

Con el tiempo logramos mantener una relación de amistad bastante cordial y bastante recíproca en cuanto a consejos de la vida. Pasábamos algunas noches conversando por miles de horas y podíamos haber permanecido hablando el uno con el otro, decidiendo qué hacer con nuestras vidas; hasta que un día empezó a hablarme de que alguien le gustaba.

Podía darme cuenta en nuestras conversaciones de que tenía la seguridad destruida. Sus ojos tristes también me lo decían y yo quería ser quien le dé la alegría de sentir. ¡Estúpida niña ingenua que piensa que puede dar amor a todas las personas que piensa que lo necesitan, sin ella salir herida!

Me contaba de esta niña que había conocido y que estaba enamoradísimo de ella. Me dolía muchísimo tener que escuchar cómo sufría por ella, cómo quería estar a su lado… y me dolía más aún que no vea que yo quería estar ahí, con él. Hasta el día que me armé de valor y se lo dije. No sé exactamente cómo ni lo que sentí. Sólo sé que fue muy educado al recibir mis cumplidos y nunca tomó la iniciativa de alejarse. Me gustó bastante cómo tomó las cosas y cómo yo las tomaba también. Pensaba que, esperando un poco, tal vez se diera cuenta de las cosas que podía encontrar en mí. Nos seguimos viendo como amigos, en grupos grandes, hasta que tuve que alejarme de mis amigas por el dolor que estaba sintiendo mientras lo veía tratando de esquivar mi mirada que delataba todo lo que sentía por él.

Fue bastante doloroso perder a mis amigas, pero lo fue aún más cuando lo perdí a él.

Pasaron dos años donde no existía otro hombre en mi mente. Él podía pensar que eran ilusiones de niña pequeña, pero yo sabía que era mucho más. Eran sus ojos tristes a los que quería ver felices.  Hasta que al fin me contó que después de dos años, había conseguido estar con esta niña. No sé qué tan feliz fui de poder pensar que la tristeza de sus ojos al fin se iría, pero recuerdo haber dicho algo parecido a “luego de 2 años, al fin uno lo logró”. Yo refiriéndome a él con ella y yo refiriéndome a mí con él.

Recuerdo con el tiempo haberlo visto con esta niña, pensando en que era un idiota, que ella no lo valoraba, que había estado con otros hombres antes que él y, más que nada, que era una niña boba. Bobísima. Tuve que mantener mi distancia, olvidarme de ir a sus cumpleaños y los de sus amigos, olvidarme que él existía… pero en el fondo, aún permanecía loca por él.

Pasaron los años, vi lo feliz que estaba y decidí mirar hacia otros lugares donde no estuviera él. Fue bastante difícil dejar de pensarlo tanto tiempo… y vi un anillo de compromiso. El mundo se me vino abajo.

Creo que esa noche que me enteré, lloré hasta el cansancio y no por amor, sino porque habían cosas que no entendía ¿cómo puede estar con alguien que no puede ni siquiera mantener una conversación por horas prolongadas? ¿cómo puede estar con alguien que su mejor cualidad artística era hacer dibujitos de niñitos felices con formas geométricas?

Se casaron. Aún están casados luego de años. Me lo he topado algunas veces y, la verdad, he intentado esquivarlo por todos los medios. Lo amé… lo amé tanto tiempo y no supo verlo… me dolía y, a veces, aún me duele. Pero al parecer está feliz y, aunque yo no haya sido parte de esa felicidad, era lo que quería que él lograra. Así que lo dejé ir, lo borré de todos mis teléfonos, redes y demás y me alejé.

Lo veo ahora y está feo... ya no es el mismo niño encantador que conocí. Ahora es un viejo, bastante gordo, formal y calvo en ciertos lugares de la cabeza. Ahora él ya no tiene que impresionar... y me veo a mí y no soy más el patito feo... Me he mejorado desde que me conoció, mi cara de mujer se ha acentuado, mi mirada ahora es mucho más dulce y mis ganas de amar son más intensas. ¡Cómo cambian los papeles! El sufrimiento del pasado me llevó a ser guapísima.

Hoy no sé porqué recordé toda esta historia. Es impresionante cuan absurdo pueden resultar los sentimientos evocados por un simple mensaje. Él está feliz, o al menos lo aparenta… al final, hay hombres que encuentran niñas tontas y dejan a ir a las artistas, porque saben que las artistas somos más intensas cuando se trata de amar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario