24.1.12

... pero quise escribir(te)


Te voy a escribir un cuento que no es para ti.

Te voy a escribir algo como yo: a veces profundo, a veces absurdo. A veces brusco, otras un poco desordenado y siempre impulsivo. Te quiero escribir una serie de palabras incoherentes que se olvidan cuando las lees. Porque son como tú. Y como yo. Inexistentes, pero reales.

Y tú que prevaleces. Y yo que desvanezco. Y nosotros, una historia que se llena de miedos y fantasías que suelo contarle a mis paredes cuando no pueden escucharme, porque si me escucharan podrían no confiar en mí nunca más. Y es que soy temerosa, pero no cobarde; porque me rindo, pero nunca me doy por vencida.

Es un tú, de boca torcida, exhalando palabras que desnudan más que los ojos de los santos. De manos iluminadas que hacen obras maestras con rapidez y engaño. De ojos pequeños que ven más allá de sus párpados cerrados. De un cuerpo casi tope, adolorido, que proyecta al niño que quiere vivir. De pensamientos profundos que hacen sentir, a quien las escuche, como un ser pequeño. Pequeño.

Un tú que enseña a leer cosas que están escritas en los márgenes de la piel. Que no entiende de excusas y promete siempre una conclusión. Un tú que evalúa algo mucho más que una sonrisa de dientes perfectos y un maquillaje natural. Que ve la simplicidad de las cosas y se convierte en cómplice de aventuras imaginarias. Un tú, que me saca de mi cabeza para querer entrar en la tuya, sin miedo ni prejuicios. Que me incita a leer, a querer, a vivir.

Un tú que apenas conozco y ya está aquí.

Uno, que me hace dibujar cada beso mientras converso con el techo, que me hace sentir que la almohada es un hombro, un hombre, donde me apoyé alguna vez. Una expresión de cabeza inclinada que me hace leer los silencios de la piel y memorizar cada acción sólo para imaginarlo cada noche.

Un tú que me recuerda una guerra pacífica en los labios; una guerra que hiere, que mata. Y estamos en cada extremo sin poseer ningún bien material que permita un intercambio. Sólo tenemos nuestras ideas, nuestros sentimientos emergentes que estallan, a veces, con la fuerza necesaria de la pólvora y el roce que causa la llama. Un tú que me quema con tal agrado, que me cubre del frío innecesario de la madrugada. Un tú que sin decir nada, puso en mi vida notas musicales que sólo logran dejarme con la respiración desgastada.

Y te escribo, buscándote. Y te encuentro, perdiéndote.

Y te alcanzo, aunque siento escapar. Busco obstáculos y me permito crearlos. Pero te siento cerca y quiero esquivarlos. Y camino entre las cuerdas flojas y los dedos firmes, con pasos en falso y ojos cerrados. Porque puedo. Porque quiero. Porque decidí hacerlo.

He perdido la opción de no querer que estés aquí. Y digo perdido porque por más que la busque, no la quiero encontrar. Tal vez se me escapó en una nota que fue capaz de encontrar mi pensamiento. Tal vez la perdí entre tu sabiduría y mis ilusiones.

Y así, cada noche me quedo estática, dibujando en mi mente los retazos de la boca torcida. Una boca que, en mi mente, permanece inquieta, queriendo besar cada espacio de piel al descubierto, queriendo explorar y dejar un cosquilleo en cada lugar que roza. Una boca capaz de decir las peores cosas sin miedo a la culpa.

Y empiezo a perder el control mientras recuerdo las últimas notas, las últimas palabras. Y entro en los impulsos de desesperación que sólo logran ahogar mi propia mente. Y pierdo el control. Y escribo, porque es mi forma de crearte. De creerte. Porque es la forma en la que, si te vas, no te irás por completo.

Así que déjame escribirte un cuento que no sea para ti, porque sólo nosotros sabremos que estás tú en sus palabras.

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